FRANCISCO
DE AVILA Y LA EXTIRPACIÓN
DE
LA IDOLATRÍA EN EL PERÚ*
María Luisa Rivara de
Tuesta
Profesora Emérita,
UNMSM
Introducción
El
presente trabajo se ha centrado en la Extirpación
de la idolatría en el Perú y está basado en el Tratado de los Evangelios[1],
conjunto de sermones en castellano y quechua escritos por Francisco de Avila,
obra considerada como un texto evangelizador perteneciente al siglo XVII.
Está
íntimamente relacionado con nuestras investigaciones sobre pensamiento
prehispánico en el siglo XVI cuya temática Dios, mundo, hombre seguimos
profundizando a través de estos estudios colaterales. Y es que efectuada la
conquista los indígenas se verán afectados por el fenómeno de transculturación
occidental al cual oponen una resistencia que, en el plano de la religión y
creencias ancestrales, se hace evidente en este tipo de estudio que está atento
al orden ideológico e histórico del proceso de aculturación al modelo
occidental-español.
El orden
de las ideas desarrolladas en este ensayo sobre “Francisco de Avila y la
extirpación de la idolatría en el Perú” se inicia con los antecedentes de la
extirpación y de los extirpadores de idolatrías.
Se
presenta una síntesis de la religiosidad indígena, refiriéndonos a Viracocha, Pachacamac y Runahuallpa
como entidades superiores, para pasar a explicar modalidades específicas de la
religión en el Tahuantinsuyo.
Situamos a
Francisco de Avila, a través de su biografía y de su obra, relievando que lo
singular de sus sermones se da en el diálogo que establece con sus oyentes
indios.
A
continuación nos ocupamos del Tratado de
los Evangelios el cual es presentado en sus aspectos generales y en la
singularidad que ofrece cada uno de los sermones que lo constituyen.
A manera
de ejemplo presentamos un diálogo específico, el referido al Sermón del Buen Pastor y pasamos a ocuparnos de
las temáticas y problemáticas generales abordadas por Avila a través de la
recreación de un diálogo referido a idolatrías, Dios, mundo y hombre, y
concluimos indicando importantes temáticas referidas a la enseñanza misma del
credo cristiano a los naturales.
Capítulo I
La
extirpación de la idolatría y la religión indígena
1. Antecedentes
La
extirpación de la idolatría en el Perú está íntimamente vinculada al fenómeno
de transculturación occidental y a la resistencia que en el plano de la
religión y creencias opuso el indígena a la evangelización católica cristiana.
Este
proceso de resistencia se inicia en Cajamarca cuando Atahualpa arroja el
evangelio que le entregara el padre Valverde diciéndole que él no sabía sino
que Pachacamac era el que había
creado todo cuanto existe. Se evidenció en ese momento un rechazo a la religión
del extranjero, lo que se tomaría como pretexto para iniciar el ataque con
armas por parte de hombres que profesaban el cristianismo y para quienes no
podía existir otra forma de creencia religiosa que no fuera la que ellos
practicaban.
La conquista
fue un imperativo de transplante de formas ideológico-religiosas que se
opondrían y se superpondrían a las existentes.
Así, en concordancia con el pensar y sentir de la corona y del hombre
español que realizaba la conquista era indispensable iniciar la evangelización
de los naturales del Perú, la misma que se realizó obedeciendo a un vasto plan
auspiciado desde España y realizado por intermedio de las órdenes religiosas de
más prestigio en la península.
Esta tarea
de evangelización no fue tarea fácil en el Tahuantinsuyo. Las denuncias sobre idolatría se inician en
1541, por parte de Luis de Morales, Vicario General del Cuzco, quien dirige al
rey un informe donde se denuncia por primera vez las prácticas ancestrales.
Entre 1545-1549, con Loayza se da el primer texto legislativo que trata de
controlar las formas religiosas que practicaban los indígenas. En 1551 se
realiza el Primer Concilio de Lima, en 1567 el Segundo y en 1570, con Toledo,
se proyecta la intervención del Estado y las autoridades civiles sobre la
evangelización.
Entre 1582
y 1585 tiene lugar el Tercer Concilio, el cual no se ocupa de la idolatría,
sino de la creación, adaptación y publicación de catecismo, doctrinas,
confesionarios y sermonarios, en quechua y aymara, pues queda establecido que
la manera de enseñar a los indios ha sido deficiente. En estos años la mayor
preocupación es sistematizar y adaptar tanto el evangelio como la doctrina a la
mentalidad de los naturales.
Estos
pasos dados por el sacerdocio español no fueron suficientes para desarraigar ni
extirpar las antiguas creencias, simplemente, mejoraron los métodos y sistemas
pedagógicos, se encargaron a un clero conocedor del idioma quechua o de la
lengua local en que debía impartirse la doctrina y se uniformó el contenido a transmitir
adaptándolo a la psicología y mejor entendimiento de los naturales, pero, el
problema de fondo subsistía: los indios seguían aferrados a sus antiguas
creencias y la implantación del credo cristiano se convirtió en una tarea no
sólo difícil sino ardua y penosa de llevar a cabo, debido a la tenaz
resistencia del indígena y a la secreta y continua enseñanza que realizaban los
maestros de la religión ancestral.
Pero, de
hecho, al finalizar el siglo XVI ya habían quedado atrás las improvisadas y
ridículas formas y modalidades de la enseñanza religiosa con las que se había
iniciado el proceso de evangelización, y que Calancha explica estaba en manos
de encomenderos y haraganes vagabundos, así dice:
“Avía unos
araganes vagabundos, que ni por leales huían de los traydores, ni por buenos se
escusaban de las guerras, onbres para nada, que se alquilavan recibiendo de
algunos encomêderos paga, para decir la dotrina dos ò tres semanas a sus Indios
... onbres de vida licenciosa, acomodados al propio deleyte, i enemigos de todo
trabajo ... q aziêdo visajes de rezar la dotrina, los buscò el demonio para
desautorizarla, pues enseñavan con nonbre de Cristianos las oraciones que
rezaban como ciegos, sirviêdo por paga, i no devoción, aziendo Cristianos lo q
no cometían Gentiles”[2].
Es a
principios del siglo XVII cuando propiamente se evidencia la necesidad de
extirpar las antiguas creencias, ya que los indios han seguido practicando, con
no poca habilidad y burla al sacerdocio, todas las formas de su antigua y
compleja religiosidad. En este despertar a la “verdad” de la aparente
aceptación de la nueva religión tuvo importante y significativa participación
un grupo de sacerdotes conocidos en la historia como extirpadores de
idolatrías.
2. Los
extirpadores de idolatrías
Entre los
cronistas del siglo XVI que pusieron suma atención al tema de la idolatría
destacan Polo de Ondegardo y José de Acosta.
José de
Acosta en De procuranda indorum salute
(libro V, capítulos IX a XV) se ocupa de la idolatría de los bárbaros, de los
remedios contra ella, de la destrucción de los ídolos y templos y de la
perseverancia en la instrucción de los indios. Aunque su información es valiosa
e importante, como un hito en esta problemática[3], no
alcanza la dimensión que tuvo la acción destructora de los religiosos
conocidos, en la historia de la evangelización, como los extirpadores de
idolatrías.
Bajo esta denominación están comprendidos los
cronistas que en su afán de investigar el pasado prehispánico aportan
importante información sobre la religión indígena, y eclesiásticos que llevados
por su celo apostólico procuran una penetración del complejo mundo de la
religión y las creencias aborígenes ya que seguían constituyendo prácticas en
plena vigencia que, por lo tanto, constituían el mayor obstáculo para una adecuada
propagación del evangelio.
Tanto
laicos como eclesiásticos nos transmiten noticias históricas sobre religión,
creencias y ritos del antiguo Perú. Estudiando esta información es posible,
mediante la decodificación del discurso evangelizador, aproximarnos al discurso
indígena, a los fundamentos ideológicos de la cultura prehispánica que
permanecían vigentes en el siglo XVII como una fuerza espiritual de resistencia
del indígena a la cultura transplantada que se hace evidente en el aspecto
religioso ya que el conocimiento y respeto de sus propias convicciones les
impedía aceptar con plena credibilidad la prédica de la nueva religión
impuesta.
Desde esta
perspectiva el estudio de las fuentes históricas requiere de una relectura
objetiva, no dirigida a seguir el proceso de la evangelización y sus avances,
sino más bien los obstáculos e imponderables que se les fueron presentando a
los doctrineros y que, en última instancia, son los que develan las
observaciones lógicas y racionales que formulaban al credo cristiano los nuevos
adoctrinados.
Es
necesario, en primer lugar, describir en sus rasgos esenciales los elementos
que constituían el complejo fenómeno de la “religiosidad” indígena.
A. Wiracocha
Reconocían
como principio ontológico metafísico de todo lo existente a Viracocha. A Ticci Viracocha, dice Polo de Ondegardo: “le atribuyen
principalmente el poder y mando de todo”[4].
Y José de
Acosta expresa que a Ticci Viracocha
le: “atribuían principalmente el poder y mando de todo ... estando todo debajo
de su poder” y agregando que “ningún otro Dios hay ... sino uno; y que todo lo
demás no tiene propio poder, ni propia operación”[5].
Viracocha, trasladado al código
occidental, representa una concepción filosófica compleja y unitaria que
Bernabé Cobo interpreta como un acceso a “la primera causa” a quien:
“Daban ...
títulos y nombres de gran excelencia: los más honrosos y usados eran dos ... Viracocha el uno, y el otro, Pachayacháchic; al primero solían anteponer
o posponer algunas palabras, diciendo unas veces Ticciviracocha, y otras Viracochayacháchic.
El de Ticciviracocha era tenido por
misterioso, el cual, interpretado, significa “fundamento divino”; el nombre de Pachayacháchic quiere decir “Criador del mundo”; y la misma
significación tiene el de Viracochayacháchic”[6].
Los
distintos vocablos quechuas recepcionados por los cronistas han sido motivo de
confusión en la intelección de Viracocha,
sobre todo cuando, de acuerdo con los intereses cristianos, se le interpreta
como hacedor o creador, como incomprensible
Dios, y como movedor y causa de las demás causas, pero que para
los propósitos de la transposición a la teología cristiana representó, aparte
de una cuestión sólo atribuible a inspiración del demonio, una posibilidad de
acercamiento a la filosofía cristiana cuyo credo descansaba en la indiscutible
existencia y creencia en un Dios Padre
Todopoderoso, creador del universo, del mundo y del hombre.
En nuestra
interpretación Viracocha representa
un punto culminante de la reflexión indígena que, en su indagación gnoscitiva,
condujo a la evidencia de la existencia de una entidad invisible, causa y
origen de todo lo existente, es decir, un principio rector de todo lo visible
cuya característica esencial era la de ser una fuerza ordenadora que tenía el
“poder y mando” no sólo sobre el orden cósmico y la naturaleza sino también
sobre el comportamiento del hombre.
Por esta
razón el vocablo Viracocha ha de ser
cuidadosamente desterrado por los españoles y sustituido por la idea del Dios Padre.
La
transposición de esta entidad al código teológico occidental, por su
característica de ostentar el poder y
mando de todo lo existente, ser un “uno” separado de las creencias
propiamente religiosas, facilitó grandemente la evangelización debido a que en
mucho coincidía con el Dios de los cristianos.
A este Viracocha, concepción intelectualizada
de la élite cuzqueña, no se osaba nombrarlo, mientras que a Pachacamac, el enseñador o creador del
mundo, y al Runahuallpa, hacedor o
creador del hombre –que no eran otros dioses como comúnmente se considera, sino
expresiones en quechua que describían acciones ejecutadas por Viracocha– sí se
les podía nombrar o invocar, aunque siempre con muchísimo respeto.
B.
La
religión en el Tahuantinsuyo
Habiendo
efectuado este deslinde es pertinente referirse a continuación a las creencias
propiamente dichas de los indígenas. Las crónicas, obras históricas de los
siglos XVI y XVII, trataron de descubrir y penetrar el aspecto cultural que
encerraba el mundo mágico fantástico de los antiguos peruanos. Las fuentes nos
permiten extraer información no sólo abundante, sino riquísima como material
propio de la antropología filosófica y la ciencia etnológica.
En el caso presente y
para poder apreciar convenientemente aspectos de la religiosidad indígena,
combatida por los extirpadores de idolatrías, se hace necesario referirnos, en
apretada síntesis, a la estructura general de las creencias y convicciones
consignadas por cronistas, teólogos y religiosos españoles que
profesionalmente, como sacerdotes, estaban interesados en conocer lo más a
fondo posible las creencias religiosas y mágicas del pueblo que debían
cristianizar con la especial finalidad de destruirlas, igualmente, debían
penetrar en la vida interior o espiritual de cada hombre en su relación con
esas fuerzas invisibles que eran las que determinaban el orden del mundo, orden
que también reglamentaba su vida cotidiana a través de reglas de comportamiento
sumamente estrictas que se cumplían con toda rigurosidad.
Dentro del marco de la
religiosidad popular, hay que tener en cuenta que, pese al sentido político
unificador que dio el incario al vasto territorio, fue respetuoso de las
creencias ancestrales de cada etnia que era incorporada al Tahuantinsuyo.
Teniendo, pues, en consideración que el fenómeno de la religiosidad es variado
y complejo, en lo que sigue, sólo se atenderá a las prácticas más
generalizadas. Hay que anotar, sin embargo, que las que han sobrevivido hasta
el presente son, justamente, las más ancestrales, las que estuvieron vinculadas
a la vida comunitaria y que se originaron en el enraizamiento en un determinado
lugar, surgiendo de la relación hombre-tierra y hombre-agua.
Una idea
generalizada era la de que el universo estaba dividido en tres sectores: el hanan pacha, (mundo de arriba) el cay pacha (mundo visible de aquí) y el ucu pacha (mundo de adentro, de la
generación, de la corrupción y de la muerte).
En la
esfera del hanan pacha, cuyo elemento
era el fuego, le rendían culto al sol, a la luna, a las estrellas, al rayo, al
arco iris; todos considerados venerables. El cay pacha, el de los seres terrestres, estaba constituido por
hombres, animales, plantas, ríos y montañas, todos eran seres animados por
espíritus propios a los seres vivos; por eso se consideraba a la serpiente como
la madre de los ríos. Los elementos del cay
pacha eran la tierra y el agua.
Había un
canal de comunicación con el mundo de adentro (cavernas, cuevas, cráteres
volcánicos, y lo profundo de las lagunas, entre otras cosas) a través de la
llamada pacarina que significa
surgir, amanecer, el lugar de origen (sea un cerro, una cueva, una fuente
etc.). Esta idea está vinculada al modelaje en piedra que hizo Viracocha, en su segunda aparición en el
mundo, después de haber destruido a una primera generación de hombres que
vivían en la oscuridad, y de haber ordenado al sol, luna y estrellas que fuesen
al hanan-pacha. El modelaje en piedra
que hiciera Viracocha fue de diferentes
modelos de hombres y cada modelo, con características específicas, recibió la
orden de poblar en determinado lugar.
Así pues la pacarina era el
reconocimiento del lugar de origen asignado por Viracocha a las distintas etnias o grupos humanos que se fueron
asentando tempranamente en lugares específicos del despoblado territorio,
lugares a los que quedaron sagradamente vinculados a lo largo de cada historia
local. Hay que agregar que animales y plantas también están vinculados a
determinadas pacarinas.
Los mallquis (almácigo y momia) son
significativos en cuanto los indios consideraban que existía una relación
estrecha entre el cadáver y el germen de las plantas; pues así como hay que
enterrar a los muertos para que vuelvan a nacer los hombres, de igual manera
las semillas deben ponerse bajo la tierra para que surja la planta.
El inti o punchao, sol, y todos los seres del hanan-pacha influyen sobre los terrestres. El sol es padre no sólo
de cada uno de los incas, sino también de todo ser viviente en la tierra porque
está actuando continuamente sobre los seres que habitan el mundo. Por lo tanto
hay que rendirle culto, no sólo para que aparezca cada día sino porque permite
la vida, tener alimento, buenas cosechas y salud.
La quilla o coya, la luna, está íntimamente vinculada con el sol, del cual es
esposa y hermana –creencia que explica el matrimonio de los incas con sus
hermanas por ser descendientes directos o hijos del sol–. A la luna se le
reconoce una influencia directa sobre las mujeres, actúa de manera constante
sobre la vida orgánica de las mujeres y los animales hembras, por lo que las
mujeres debían rendirle un culto especial.
Oncoy o coyllur, las estrellas, actúan también sobre los hombres y los
animales y en las constelaciones distinguían figuras como la de la llama, el
tigrillo (chinchay); estas
constelaciones eran protectoras de esos animales.
Distinguían
una constelación con forma de fogón en la cual destacaban dos pequeños
hornillos y dos ollas: la coca manca,
es decir la olla de la coca y la sara
manca, la olla del maíz, constelación que se encargaba del cuidado o
protección de estas dos plantas, las más representativas de la flora mágica y
de la alimentación.
El culto a
los muertos es significativo en cuanto el mundo de adentro, tiene acción sobre
el mundo visible y viceversa. Enterrar un muerto era enviar un mensajero al ucu pacha. El mensaje está contenido en
su ajuar funerario constituido por cerámica y tejidos con representaciones
simbólicas mágico-religiosas. Su influencia sobre el cay pacha es directa sobre todo con la fecundidad, por eso hay que
venerar a los habitantes del mundo subterráneo para que permitan que las
semillas broten y que estén favorablemente inclinados para que esto se
produzca.
La
concepción de los tres mundos no puede ser entendida adecuadamente sin
referirnos a la creencia en un mundo mágico de espíritus. Viven en este mundo
visible aunque son invisibles e impalpables y se manifiestan a ciertas horas,
en ciertos días y bajo determinadas circunstancias. Sus residencias son
conocidas y en ellas se les encuentra e invoca para aplacarlos con ofrendas y
sacrificios. Los espíritus habitan en lugares determinados como cerros, cuevas,
lugares solitarios, manantiales, etc., pero también se transportan a otras
residencias, se alojan por ejemplo en una piedra pequeña que el creyente porta
consigo, o la coloca en el campo, en el techo de una casa, en una habitación o
en una hendidura. No se trataba de la adoración a un cerro o a un árbol. No era
el objeto en sí el motivo del culto y veneración, era que ese objeto tenía
dentro de sí un espíritu escondido.
Los
espíritus de la naturaleza son los que acabamos de mencionar, pero los
espíritus de los muertos sólo aparecen con el deceso de la persona humana
porque cada individuo tiene su espíritu –no en el sentido dualista de
alma/cuerpo– ya que sólo se presenta cuando el ser humano muere.
Es cuando
el espíritu sale del cuerpo y puede estar vagando, o salir de la tumba. Los
vivos tratan de que permanezca en el sepulcro porque si sale ejerce un poder maléfico. El pacarico se
hacía en la noche de la defunción o velorio y los llantos o lamentos duraban
cinco días, al quinto día, en otros casos a los ocho, se procedía a lavar la
ropa del fallecido. Era creencia general que el espíritu del muerto vivía por
un año, que era cuando se extinguía el duelo y luto, al igual que la
celebración de ritos y ceremonias, quedando al año cancelado todo compromiso
con el espíritu del difunto, y por último hay que referirse a que los espíritus
de los que no mueren se reúnen en determinados lugares solitarios a manera de fantasmas.
La
religión popular es una religión de espíritus porque el mundo está densamente
poblado de ellos y es a través de ofrendas y sacrificios que hay que aplacarlos
o mantenerlos como benefactores: el huasicamayo,
piedra colocada en el techo, cuida la casa y las habitaciones. El chajra-camayoc es el guardián del campo,
hace que la tierra produzca e impide robos.
Hay
también espíritus dueños del agua. Otros lo son de los animales silvestres y
también existen los que protegen a los hombres en la salud y en los amores. El
espíritu de la comunidad tiene jurisdicción más extensa que el espíritu
personal o el de la familia y lo constituye la huaca, que es el nevado o el cerro más alto, residencia del apu, espíritu guardián de la comunidad.
Se da una mítica relación de parentesco entre la huaca, el mallqui, momia
de un curaca remoto, y los hombres que habitan esa comunidad. Las huacas también tienen grados
genealógicos, como en el caso de los incas que están míticamente vinculados con
el sol, lo que quiere indicar que la antigüedad de sus ascendentes se remonta a
la segunda creación cuando Viracocha,
desde el lago Titicaca, ordena a los astros –el más importante es el sol, pues
es el que le dará luminosidad al mundo– fuesen a poblar el hanan pacha, pero al mismo tiempo modela distintos grupos humanos
que poblarán, cada uno, un determinado lugar en el cay pacha, privilegiando al grupo que se adjudicaría la zona del
Cuzco y que siempre se erogaría una genealogía solar. Así pues, en el caso de
los incas, la huaca de la cual ellos
devienen es el sol al cual considerarán, por los beneficios que otorga a los
hombres, ser digno de la mayor veneración y respeto. Sin embargo, otros grupos
étnicos de importancia y hasta los grupos menos destacados han de tener su
propio origen e historia que preservarán de generación en generación,
significados a través de su respectiva huaca
y mallqui, la momia más antigua de la
comunidad, siendo el curaca de turno el encargado de hacerla venerar y de velar
por los miembros de esa comunidad.
En esta
forma, enraizados en el pacha que
significa: espacio, tierra, lugar, sitio, y también, tiempo e historia, a
través de las pacarinas y huacas, se dio un sistema
espacial-temporal intrínsecamente unido que permitía dentro de la unidad la
pluralidad. La unidad en la creencia generalizada en las pacarinas y huacas y la
pluralidad en la aceptación de las que pertenecían o eran propias a cada
comunidad. Es decir, que en todo el territorio del Tahuantinsuyo se aceptaba
que cada grupo humano tenía su propia historia representada por la huaca local.
Esta
síntesis de las ideas y creencias, practicadas con profunda convicción por el
pueblo, ha de constituir la mayor oposición al proyecto de cristianización
constituido por las campañas de evangelización. La resistencia a la aceptación
de la nueva religión ha de ser atribuida por los españoles a la idolatría de los indios. Había por lo
tanto que extirparla, lo que significaba un intento de desterrar el cuerpo de
creencias, pero se hacía indispensable su conocimiento por parte del
extirpador. Es a mediados del siglo XVII cuando el sacerdocio español se
percata de lo profundamente arraigadas que estaban las creencias precolombinas.
Entre los extirpadores de idolatrías destacan el P. José de Arriaga
(1564-1622), Hernando de Avendaño (1577-1655) y el Dr. Francisco de Avila (o Francisco
Dávila), el más destacado de todos ellos.
Capítulo
II
Francisco
de Avila
1. Biografía
Francisco
de Avila (1573-1647) nació en el Cuzco de padres desconocidos, aunque Avila
insistió en que aun siendo expósito era hijo “de padres naturales de Castilla y
nobles aunque no conocidos”. Se le considera
mestizo por tradición, habiendo sido recogido por Beatriz Avila, de la cual
adoptó el apellido. Estudió en el Colegio de la Compañía de Jesús, en el Cuzco,
hasta 1592, año en que se dirigió a Lima para continuar sus estudios en San
Marcos, donde se graduó de Bachiller. Se ordenó en 1596, como dominico y ganó
por oposición el curato de San Damían de Huarochirí, del que se hizo cargo en
1597.
Avila era
perito en la lengua de los indios y conocedor de sus costumbres y en Huarochirí
se dio pronto cuenta de lo extendido que estaba la fingida religiosidad de los
indios. Avila actuó desde ese momento bajo una doble convicción: servir a la
Iglesia y servir a los indios, de quienes pensaba que extirpando sus idolatrías
les estaba proporcionando un servicio excepcional.
En 1607 es acusado por
los indios de su doctrina de cometer abusos, entre otras cosas, de pretender
establecer un obraje en su curato y de imponerles contribuciones exageradas;
permanece en la prisión eclesiástica por dos años y en 1610 queda absuelto en
el pleito de sus indios. Va a intentar
recuperar la consideración social, más aún, si se tiene en cuenta la ambición
evidente y legítima que existía en este mestizo erudito que poseía una de las
más grandes bibliotecas de Hispanoamérica. Era culto, inteligente,
especialmente dotado y a la vez emprendedor, tenaz en su firme propósito de
extirpar las antiguas idolatrías que –según Avila– conservaban los indios por
ignorancia y por natural apego a las creencias y prácticas de sus antepasados y
que debían ser reemplazados por el conocimiento de Cristo.
Avila
siempre mostró aspiraciones para la carrera eclesiástica pero ésta experimentó
serios tropiezos a partir del cuestionamiento y acusación de los indios. Fue canónigo
de la Plata y Charcas de 1618 a 1632 –que fueron años difíciles–. Vuelto a Lima
ya se habían borrado los recelos existentes y el cabildo lo acogió,
unánimemente, considerándosele como “descubridor de la idolatría en el Perú”.
Según Antonio Acosta, uno
de sus más penetrantes biógrafos, el hallazgo de idolatrías con que se
defendiera en el juicio que le plantearon los indios “fue en realidad una
especie de castigo que infligía a los indios por su demanda ... Lo que es
prácticamente seguro, no obstante, es que Avila no pudiera prever la dimensión
final que sus primeras acciones iban a terminar adquiriendo”[7].
Lo que
Acosta considera “prácticamente seguro”[8] es
muy discutible. La magna obra de Francisco de Avila es la de un ser humano
compenetrado en el conocimiento de dos culturas en enfrentamiento. Por eso se
vio existencialmente comprometido a decidir sobre una de ellas, pero su
quehacer como extirpador tuvo una dimensión que paulatinamente envolvió y
comprometió su vida desde una simpatía hacia el lado indígena. La penetración del mundo indígena así como su
afinidad y comprensión por los que adoctrinaba son evidentes, más bien habría
que concluir que vivió a horcajadas entre el mundo religioso precolombino y la
necesidad de lograr una armoniosa transposición de las creencias indígenas al
código religioso occidental que, por otro lado, era el imperativo apropiado al
comportamiento de un sacerdote católico.
2. Su obra
Avila
escribió varias obras, entre ellas “Tratado y relación de los errores, falsos
dioses y otras supersticiones y ritos diabólicos en que vivían antiguamente los
indios de las provincias de Huarochirí, Mama y Chaclla, y hoy también viven
engañados con gran perdición de sus almas” que data de 1608 y que ha sido y es
motivo de los más serios estudios filológicos, lingüísticos, históricos, etc.,
de peruanos (como José María Arguedas, Luis Valcárcel, Lorenzo Huertas Vallejo
y Juan Carlos García Cabrera) y de extranjeros (como Pierre Duviols, Gerald
Taylor, Kenneth Mills y Salomón Frank).
También escribió
una “Relación que yo el doctor de Avila, presbítero cura y beneficiario de la
ciudad de Huánuco hice por mandato del Arzobispo de los reyes acerca de los
pueblos de indios de este Arzobispado” (1611); otra “Relación sobre idolatría”
publicada por Toribio Medina, y un “Parecer y arbitrio del Dr. Francisco ...
beneficiado de Guánuco y visitador de la idolatría para el remedio della en los
indios de este Arzobispado” (1616).
Pero donde
se aprecia mejor las condiciones intelectuales de Avila es en las páginas
autobiográficas del “Prefación al libro de los sermones o homilías en la lengua
castellana y la índica general quechua”, incluido en el Tratado de los Evangelios impreso en Lima, en 1646-1648, en dos
volúmenes, de los cuales el segundo fue publicado después de su muerte. El
primer tomo consta de 564 páginas y el segundo tomo de 134 páginas.
Un
detenido examen de esta obra, un correcto análisis de cada uno de los sermones,
en su contenido y estructura formal nos permiten adelantar, en esta ocasión, algunos
conceptos generales y en particular referirnos al diálogo que establece con sus oyentes indios. Diálogo en el que
afloran las objeciones y el rechazo de los indios a la doctrina que él
procuraba impartirles, y que se constituye en valiosa fuente de información
ideológica pues establece una interesante discusión, una verdadera dialéctica,
entre teología cristiana y racionalidad indígena.
Capítulo
III
El
Tratado de los Evangelios
1. Aspectos
generales de la obra
El texto
bilingüe, a dos columnas, puede ser confrontado en su versión romance y quechua
(runasimi). Ambas versiones son
acabadas pues Avila dominaba a la perfección el quechua, el castellano y el
latín.
La
característica más destacable es el nivel intelectual que concede a sus
oyentes; los términos que utiliza como método de acercamiento emocional son
cariñosos, suaves, persuasivos, pero, sobre todo, conceden capacidad de
intelección a su auditorio.
Es también
interesante observar como procura situar a los indios en el tiempo y el espacio
del respectivo texto bíblico con cuya lectura está obligado, en cada semana o
fiesta religiosa, a iniciar su sermón. Les explica e interpreta el pasaje de la
sagrada escritura con claridad y al mismo tiempo con la maestría de un
historiador que posee un amplio panorama cultural.
Luego
vendrá el consejo moral, o sea la parte ética, la lección que pretende
desarrollar para modificar el comportamiento. Por lo común aluden a sus
idolatrías o a las prácticas en el comportamiento de un no creyente católico y
a las creencias que deben desterrarse. El final del sermón revisa las ideas
transmitidas y culmina en una invocación a la misericordia de Dios y a su
divina gracia.
Pero la singularidad de estos sermones, que es
la motivación del presente estudio, se da en el hecho de la inserción de un
diálogo con un posible opositor indígena y es allí donde gravita su profundo
conocimiento de la manera de pensar y de sentir de los seres humanos a quienes
pretende cambiarles su concepción religiosa.
2. La
singularidad en los sermones de Francisco de Avila
Siguiendo
la modalidad de los catecismos basados en preguntas del sacerdote y respuestas
del adoctrinado Francisco de Avila, en sus sermones, perfecciona el método que
se venía usando y establece un diálogo con un posible opositor indígena. Este
diálogo con el indígena puede ser decodificado y así los temas y cuestiones que
no son aceptados por la mentalidad indígena y que el mismo Avila presenta y
aborda de continuo pueden revelarnos las ideas, dogmas, o principios de la
teología cristiana que los indios no comprendían o rechazaban, pero al mismo
tiempo pueden informarnos con más detalle sobre aspectos fundamentales de la
mentalidad religiosa indígena en el siglo XVII.
Para una
mejor ilustración es pertinente presentar aquí el resumen de un diálogo
específico que expresa en sus ideas cómo los indios se sentían diferentes a los
españoles y por lo tanto no aceptaban ser ovejas
de Jesucristo.
3. Un diálogo
específico
El sermón del Buen Pastor. “Yo soy
el Buen Pastor y conozco mis ovejas”[9].
Avila
procede de la siguiente manera: Primero da lectura al texto del evangelio y
luego lo explica así:
Avila: Veamos ahora, qué quiere decir Jesús
diciendo que él es Buen Pastor?
Yo os lo
diré. Oidme con atención.
Jesucristo
quiere decir que nosotros somos las ovejas y ganado de Dios, criados, hechos,
alimentados, sustentados y conservados por él[10].
Después de
haber desarrollado estos aspectos informativos del Sermón pasa a la sección más
significativa: las objeciones que podrían formularle sus feligreses. Estas
objeciones aun cuando han sido elaboradas por el propio Avila representan las
argumentaciones críticas de los indios, y por esta razón procederemos a
considerarlas en boca de un interlocutor indio.
Indio: Quizás alguno de vosotros dirá ahora, padre
mío, los indios, no somos como los españoles, nosotros tenemos diferente
origen, y otro aspecto. Y siendo esto
así, no somos ovejas de Dios, ni el Dios de los españoles no es el nuestro;
porque nosotros desde el tiempo de nuestros progenitores, tenemos nuestros
ídolos, y sacerdotes.
Y demás de
esto, antes que aportasen acá lo españoles, había muchos de nosotros, y nos
aumentábamos sin número en la sierra, en las punas, en lo templado, en la
yunga, y en la costa del mar. Pues las
comidas como son el maíz, papas, quinua, occas,
carneros, paccos, era sin número y
medida, estaban los graneros del Inca embutidos de esto, y lo mismo era en las
troxes de los particulares.
Y entonces
no había ladrones, y las casas de los indios sin llaves; ... Pero después, que vinieron los españoles,
todos los indios se han hecho ladrones y rompen las cerraduras de las puertas
para hurtar.
Y de aquí
saco yo, que nosotros los indios, no somos una cosa con vosotros, y así no viene
bien que seamos ovejas de Jesucristo (Ibid.
p. 477).
Y esta es
la razón; porque nosotros los indios somos cristianos en solo lo aparente ...,
que nuestro pensamiento, y corazón en solo los ídolos está; porque con ellos
nos iba mejor ... y nuestras heredades y chacras se lo han tomado los
españoles, y el hilar, tejer, y hacer cumbis es solo para el corregidor.
...
¡Oh padre
mío! yo te lo suplico; ¿dime todo esto, que he dicho no es pura verdad? No es
cosa que se pueda contradecir.
Avila: ¡Oh hijo mío! cuánto gusto me ha dado todo
esto, que has dicho ... La causa es porque me has descubierto tu corazón y
concepto.
...
Mira, todo
cuanto has dicho, verdadero parece, y que no tiene duda, siendo todo error (Ibid. p. 478).
...
Oye ahora;
porque esto no es cosa de momento. Oye pues: Siembras un grano blanco de maíz
viene a hacerse choclo; ¿no sueles ver en ese choclo, que aunque todos esos
granos son blancos, acontece, que hay algunos negros, pardos ó morados? ... así
los descendientes de nuestros primeros padres que fueron blancos sus
descendientes son unos pardos, otros negros y otros blancos.
Todo lo
que me has dicho después de vuestras desgracias por la venida de los españoles
...
Oidme pues
ahora. Todo cuanto hay y pasa, vida, muerte, aumento, disminución, tener salud,
enfermedad, ... todo es y se funda en la voluntad de Dios, y así cuando él
quiere, una nación sujeta a otra: y otro día viene a ser vencida, la que ahora
prevaleció ... Pero es muy cierto, que
muchas veces ha consumido, y asolado, reinos, y provincias, por sus pecados (Ibid. p. 479).
Y así por
sus pecados antiguos empezó a castigar a los incas, ... quitándoles las vidas
... Y los españoles fueron para esto como alguaciles y ministros de Dios.
Y si no
había ladrones ¿esto porqué? Porque el Inca, aunque fuese pequeño el hurto, lo
castigaba con pena de muerte o con cruelísimos azotes.
Y en aquel
tiempo tenían los indios grandísimo trabajo pastoreando el ganado del Inca,
criándolo, hilando para su vestir, ... cultivando las chacras, llevando el maíz
y papas de muy lejos al Cuzco, así para él, como para la gente de guerra (Ibid. p. 480) ... y todo esto sin paga,
y si no lo hacían los castigaban ¿cómo?: hasta darles muerte.
¿Esta vida
mi hijo, llamabas buena vida?
¡Oh hijos
míos! es cosa sin duda, que todos somos hechura de Dios, y ovejas y ganado de
Jesucristo ... y él es nuestro verdadero pastor ... esto para llevarnos a la
bien aventuranza, a patria donde no hay muerte, y en vuestra vida disparatada,
el demonio es vuestro pastor, para llevaros con engaño al infierno.
Creed esto
que os he dicho de todo corazón, renegad del demonio, del maestro de idolatría
... Seguid sólo a Dios y a Jesucristo que es el que sin engaño nos busca. El
nos da en esta vida su gracia y en el cielo la gloria (Ibid. p. 481).
Este
sermón nos permite constatar el estilo peculiar de Avila; se trataba de
entablar una discusión teológica con los indios, por eso incluye en su sermón
un diálogo utilizando los argumentos con que los indígenas refutaban las
verdades de fe de los cristianos que él como extirpador de idolatrías conocía
muy bien.
Este
método de exposición de Avila, en nuestra opinión, es peculiar y lo utiliza con
la convicción de que era la mejor forma de extirpar las antiguas creencias
religiosas de los naturales.
Queremos
relievar que la metodología usada por Avila, si bien es cierto utiliza las
buenas razones argumentadas por los indios, las convertirá en “verdades
aparentes” concluyendo tajantemente en que todo es un error.
Así, pese
a la objetividad de las razones dadas por los indios, Avila las va a negar, no
aceptando ninguna de ellas para luego exponer e imponer, a través de su
enseñanza del evangelio, las concepciones de la cultura occidental y del
cristianismo como las únicas verdaderas y, por supuesto, sostener que eran
superiores a las de la cultura indígena.
Capítulo IV
Temáticas
y problemáticas
1. Temáticas
y problemáticas generales abordadas por Avila en el Tratado de los Evangelios
En esta
parte del estudio se examinará en sus grandes rubros temáticas y problemáticas
reiteradas por Avila a lo largo de su obra.
Están
referidas a cuestiones sobre la idolatría, Dios, el mundo y el hombre que son
vistas desde la perspectiva cultural occidental y aunque Avila consigna valiosa
información, de la réplica u oposición planteada por el indígena a cada una de
las cuestiones propuestas, lo va a hacer sólo para negarlas rotundamente. Las
coincidencias culturales que se dan y que aparecen como obvias para el lector
contemporáneo no son vislumbradas por nuestro autor, quien parece más bien
manejado por una lógica absurda basada en el principio de negar todo lo
ancestral y gentilicio por valioso que fuere o que se encontrase fundamentado
en la realidad objetiva.
Se trata
de un diálogo entre Avila, representante de la cultura occidental, y los
indígenas que explican, defienden y dan serias razones del por qué de su
rechazo a la nueva religión.
Imaginemos
a Avila en un diálogo con los llamados idólatras
y presentemos argumentos y razones de los dos bandos. El atento lector podrá
aquilatar el mensaje de nuestros indios en el siglo XVII, diálogo que sin
grandes esfuerzos podría trasladarse al presente.
Ubiquémonos, pues, en
una modesta parroquia de un pueblo perdido en nuestras serranías, donde el
párroco imparte la doctrina a sus feligreses después de haberlos confesado.
Sólo queda
por agregar que este intercambio de ideas, entre las concepciones occidental e
indígena, se basa en el Tratado de los
Evangelios.
A.
Diálogo
sobre la idolatría
Avila: ¿Ya habéis dejado la idolatría?
Indio: Padre mío verdad es que allá en mi pueblo a
veces acudo a lo que me dicen los viejos.
Avila: Pues hijo eso es estar ciegos que si tu alma
no lo estuviera, echaras de ver, que el cerro, la nieve y el río no son capaces
de adoración (Avila, 1646, Tom. I, p. 162) ... Pues siendo esto así, cuando
algunos adoran la piedra, la tierra, el cerro, a las estrellas, a la luna, al
sol, al arco del cielo;
¿qué
hacen entonces? Están locos dando de ojos como embriagados caen como ciegos (Ibid. p. 523).
Indio: No padre mío, que tal vez en todo eso caigo.
Avila: Pues eso hijo mío es estar ciega tu alma ¡Oh
hijo! que si Dios no te libra de esta ceguedad vas derecho al infierno, y como
ciego pierdes el camino.
Indio: Pues padre, ¿qué he de hacer para librarme de
eso?
Avila: Lo primero que creamos de veras en Dios y
sigamos a Jesucristo (Ibid. p. 162)
el Dios en quién hemos de creer, a quién hemos de adorar y obedecer.
El Dios
que vosotros teníais ¿qué Dios era? Una vil piedra, una ccaullama, un cerro, una fuente, y la nieve, un cuerpo muerto cuya
ánima está ahora con los demonios en el infierno. Estos eran vuestros dioses:
esto adorabais engañados del demonio (Avila, 1648, Tom. II, pp. 71-72).
¡Oh gran
señor!, no como los dioses, que adoran estos miserables indios, que son dioses
falsos, inventados por ellos y tan de burla, que son piedras, cerros y la misma
tierra ... No echáis de ver que los indios y los demás gentiles (por veros ...
arrodillado lavando y enjuagando los pies a los pobres) dirán, que os ponéis en
esto porque sois inferior al hombre, y os negarán la adoración y respeto (Ibid. Tom. I, p. 416).
Avila: Veamos ahora, si vos sois cristiano de Dios.
Indio:
Sí padre, yo conozco a Dios y a
Jesucristo y oigo misa y me confieso cada año, y algunas veces en la semana
santa me azoto.
Avila:
Todo eso hijo mío es muy bien. Pero sin
mentir dime una verdad. ¿Cuando haces todo esto y caes enfermo, sueles
consultar a los maestros de idolatrías, para saber de éstos si cobrarás la
salud? ¿Y en ejecución de lo que te mandan hasles dado el cuy, para sacrificar
a aquel o al otro, que te dice, que enojado contigo te causa la enfermedad? ¿Y
haste hecho fregar el cuerpo con maíz molido, para arrojarlo donde se
encuentran algunas aguas? ¿Y demás de esto, cuando llega la fiesta del ídolo
principal del pueblo, ayunas como lo mandan tus sacerdotes, sin dormir la noche
entera, haciendo todo lo demás? Mira habla la verdad, no te avergüences de mí.
Indio: ¡Oh señor padre! La pura verdad me dices. Sí
señor, sí lo suelo decir: porque esto es conforme a mis mayores, y origen, y
nuestros viejos, y sabios nos dicen, que esto no se ha de dejar pena de morir y
acabarnos, y que no lo haciendo, los sembrados no se logran, y las heladas los
destruyen, y que así no se puede omitir esto, aunque sea en oculto, porque el
padre no lo sepa, y que bien es ir a la iglesia, confesarse, sin manifestar lo
dicho. Por eso no es pecado (Ibid. p.
512).
Avila:
Mira el enfermo es razón que sea
curado, que para eso crió Dios muchas medicinas, unas de hierbas, otras de piedras
y de aceites, unas para bebidas, otras para unturas, con eso tal debemos
curarnos. Pero invocando los ídolos y a nuestros progenitores de ninguna
manera; porque es cosa de burla y locura.
Indio: ... Pues padre vosotros los cristianos no
llamáis también para que os dé salud a Santa María, San Pedro, San Francisco y
otros Santos? Pues siendo esto así ¿por qué no haremos nosotros lo propio con
nuestros progenitores?
Avila:
Yo os lo diré ... Así es, y la verdad
decís en que nosotros los cristianos hacemos eso: ..., veneramos al Santo y le
rogamos que él ruegue a Dios nos la dé ...
Pero vosotros no lo hacéis así, antes decís: mi abuelo o mi padre, me
causa esta enfermedad y a él le adoráis, y pedís la salud y esto es gran error.
Por dos razones, la una porque adoráis á aquellos, que están en el infierno con
el demonio. La otra; porque les pedís a ellos la salud no teniendo virtud para
ello (Ibid. pp. 272-273).
Indio: ... Quien nos puede decir: nosotros no somos
de seguir lo que los españoles creen, que eso, que enseñan ellos, es bueno sólo
para ellos, porque con eso siguen la doctrina de sus mayores, pero nosotros
tenemos otro origen, y por tanto a Jesucristo, y lo demás, que dicen lo hemos
de creer, y hacer de cumplimiento, para solo decir, que somos cristianos,
porque no nos azoten. Que lo que hemos de adorar no ha de ser otro, que lo que
nos enseñaron nuestros mayores, el sol, la luna, las cabrillas, el cerro, y
nuestro ídolo mayor, los cuerpos muertos de nuestros antepasados; la mama zara, la ccaullama, y las cconopas:
esto es lo que se debe adorar (Ibid.
pp. 548-549).
Avila: ... Pues mira, que eso, que has referido con
todo lo demás de los antiguos, es traza del demonio, para hacerse adorar a sí
mismo con ello, y para que la gente no honre a Dios, y con esto se condene (Ibid. p. 512).
... Si,
claro está. ¿Tenías más gusto de cuanto estabais haciendo taquies, borracheras
y adorando ídolos? No. Pues bien viene, y vosotros sois por quién dijo Dios;
vengan aunque no quieran ... que fue decir: oigan lo que se les predicare, ...
Pero mira, que decir Dios, que aunque no quieran entren en su casa, en su ley y
fe; no es para que ninguno sin querer, y sin su voluntad, sea cristiano porque
esto no lo quiere Dios contra el libre albedrío del hombre (Ibid. Tom. II, p. 39).
B.
Diálogo
sobre Dios, mundo y hombre
a. Sobre Dios
Avila: ... quien se quiere salvar y llegar a Dios,
forzosamente ha de saber y creer qué cosa es Dios y quién es Dios y como crió
lo visible, y lo invisible, y como se hizo hombre, y lo parió la Virgen Santa
María, como murió y resucitó, subió a los cielos, y como ha de volver a juzgar
a todos, y que para esto han de resucitar los muertos, y que ha de echar al
infierno a los malos, y llevar al cielo a los buenos.
... Esto
que decimos Dios ¿Dios que cosa es? ¿Sabéis que es?. Ninguno lo sabe cumplida,
y ajustadamente. Pero sabemos que Dios es un señor poderosísimo, y que nadie
puede prevalecer contra él, ni contradecirle, y que todo lo hinche, y todo lo
cría, y a todo da vida, y que el cielo y la tierra lo hizo de nada. Y luego
sabemos, que este Dios no tuvo principio, y que es, y tiene ser de sí mismo,
esto sabemos, porque él nos lo ha revelado (Ibid.
Tom. I, p. 58).
... Y vos
señor, que los criasteis todo y esa hermosura de los cielos, sol, luna y estrellas,
y que con un soplo lo podéis convertir en nada ... ¡Oh gran señor!, no como los
dioses que adoran estos miserables indios, que son dioses falsos inventados por
ellos, y tan de burla, que son piedras, cerros y la misma tierra que huelle (Ibid. p. 416).
Siendo
esto así ¿Quién no reverencia a un Dios tan poderoso? ¿Quién no le obedece? y
¿Quién no le sigue? (Ibid. p. 288).
Dios
solamente es verdadero, y que nunca dice lo que no hay: que todos los demás,
aunque muchas veces traten verdad, muchos no la dicen ... Todos mienten (Ibid. pp. 463-464).
Dios
nuestro señor, por su infinita bondad, y misericordia quiso, que el hombre no
se perdiese y hacerle participante de su gloria, poniéndole en el cielo entre
los ángeles, en lugar de los que de allá por su soberbia fueron desterrados, y
hechos demonios.
Pues para
obrar este remedio del hombre, fue necesario que hiciese como un edificio, como
casa donde estuviesen los que habían de acudir a esta obra de la salvación de
los hombres. Esta casa fue primero formada de muchos varones santos, ... que
predicaron, y enseñaron a los hombres de aquel tiempo.
Pero
aunque esto era así, ninguno entraba de los muertos, en el cielo: hasta que el
mismo hijo de Dios se hizo hombre, y él propio renovó esta casa, y edificio,
siendo él mismo el fundamento de ella, enseñando, predicando y haciendo
milagros, venciendo al demonio, que se había hecho señor y lo venció muriendo
en cuanto hombre en la cruz ... (Ibid. Tom. II, p. 52).
Pero antes
de morir escogió para este mismo edificio otros, que quedasen en su lugar, y
fuesen como las paredes del que enseñasen lo que él había enseñado, y estos
fueron los apóstoles ... (Ibid. p.
53).
Pues
veamos ahora, estos que así llamó para vencer al demonio, y quitarle de las
garras al hombre, qué gente eran? ¿Eran letrados, sabios, valientes o ricos?
No sino
unos pobres, los más pescadores.
Indio: Pues porqué escogió este género de gente,
Cristo nuestro señor?. No fuera más acertado escoger letrados, sabios, ricos y
gente que estimara el mundo. Para que
así hicieran caso de ellos ¿No lo han hecho, y lo hacen así todos los reyes y
grandes señores?.
Avila: Mira esa es la sabiduría, y poder de Dios
...
Pues mira
ahora, tenía el demonio enredado todo el mundo con mentiras, con engaños, había
hecho creer a los miserables hombres en casi todas las naciones, que el sol, la
luna, las estrellas eran Dios, y que se debían adorar, y otras cosas muy
inferiores, como es la tierra, la nieve, el agua, el maíz, y otras mil cosas,
que aún hasta ahora vosotros adorabais, y estaba hecho el demonio señor de
todos, y los mandaba, puesto en los corazones de todos (Ibid. p. 54), y encastillado allí, como en una fortaleza.
Estos
hombres así engañados del demonio, defendían la mala doctrina, que les había
enseñado, y a los que decían contra ellos los castigaban, y los mataban.
... Pues
mira. El mismo Jesús hijo de Dios, no quiso venir poderoso, con majestad,
rodeado de ángeles, y haciéndose temer, antes hecho un niño tierno, hecho
hombre pobre.
Y luego
¿qué armas trajo? Su doctrina, su predicación, su enseñanza, su paciencia, y su
buena vida ¿Y qué soldados y gente de guerra? ¿Y qué capitanes? Los capitanes
fueron sólo doce ... Y estos fueron unos pobres pescadores ...
Indio: Pues padre mío, volvamos otra vez a lo pasado:
¿por qué escogió esta gente pobre, y no ricos ni poderosos? (Ibid. pp. 55-56).
Avila: ... Porque esa es la sabiduría de Dios y ese
es su poder. Que cuando quiere con un soplito, deshace los montes, vence los
fuertes, y derriba las fortalezas, y con esto luce más su poder ... y como
conquistó el mundo con doce pobres pescadores, y gente sin riqueza, ni poder.
Veis ahí un ejemplo de toda verdad.
Otro
ejemplo sea de aquí de vuestra propia tierra y de vosotros mismos, oidme con
atención; porque os holgaréis de saber lo que os dijere.
Oid pues.
Este año de mil seiscientos y cuarenta y ocho, hace ciento y veinte y tres
años, que trece españoles solos, que fueron don Francisco Pizarro su capitán y
otros dieron principio a la conquista de esta tierra desde la isla del Gallo, y
Gorgona, que fue el año de mil quinientos y veinte y cinco[11] (Ibid. p. 56).
... Allí (en
Cajamarca) cien españoles a pie, y sesenta a caballo no más, viniendo el Inca
con cincuenta mil hombres armados, lo prendieron, y mataron muchísimos indios (Ibid. p. 57).
Y por aquí
se dio principio a conquistar, y sujetar tanta muchedumbre de gentes, y
provincias, que no se pueden contar. De manera que muy pocos españoles
vencieron, y rindieron tanta gente. Pues, esto, mira, fue y lo ordenó Dios así,
para que lo conociesen los indios, y para sacarlos de la esclavitud, y
servidumbre del demonio.
Veis aquí
como Dios cuando quiere con un soplo, con una nonada vence, desbarata, deshace,
y vuelve a hacer lo que quiere, y en eso conocemos su gran poder.
Indio: ¿Padre todavía no me habéis declarado de todo
punto porqué escogió Cristo señor nuestro estos pobres?
Avila: Escogió Dios, diré, lo que el mundo tenía por
bobería, y necedad, para confundir con esto a los sabios, y a los flacos del
mundo escogió para vencer lo fuerte, y lo abatido y menospreciado, y lo que
parece que es nada para destruir, lo que parece mucho, para que en su
presencia, no se ensoberbezca hombre alguno.
... Dios
escogió pobres y gente que sabía poco, para que predicasen el santo Evangelio,
y para echar al demonio, que tenía engañados a los hombres (Ibid. p. 58).
Pues esto
que es pura verdad, es muy difícil para que lo entendáis así. ¿Por qué es
difícil? Yo os lo diré. Porque ustedes dirán ahora:
Indio: Pues padre antes que conocieran los incas
nuestros reyes, a Jesucristo, ni nuestros padres, y mayores conocieron a Dios:
¿los pescadores de la mar, y de los ríos, ¿no cogían pescado? ¿Y los
labradores, y todos los indios, no sembraban, y cogían maíz, quinua, papas,
frijoles, yucas, y todo lo demás? Pues entonces no era esto; porque lo hiciesen
en nombre de Jesucristo.
Avila: Pues mira eso mismo que vos decís, es causa de
alabar más, y más a Dios, porque es tan piadoso, y tan grande su piedad, que a
los que no lo reconocen, ni adoran, (Ibid.
p. 59) ni tienen por Dios señor, y criador de todo, les sustenta ... ¿No lo
veis claramente en que cuando sale el sol alumbra a buenos, y a malos, y cuando
llueve así moja, y humedece la tierra, y chacras de unos como de otros? ...
Y si los
malos no quieren conocer esto, ni adorar, y servir a este gran Dios: en
muriendo, irán a las penas infernales, donde cuanto comieron y bebieron será
para mayor tormento (Ibid. p. 60).
Indio: Cuando Jesucristo dijo yo soy luz del mundo
... ¿Es Jesucristo ese sol?
Avila: No hijos míos, no es Jesucristo el sol, antes
es él quién crió e hizo el sol.
Indio: Pues ¿cómo dice yo soy quién alumbra el mundo?
Avila: Yo os lo diré: Jesucristo diciendo, que
alumbra el mundo, no quiere decir, que alumbra esta tierra, que hollamos y
vemos.
Indio: Pues, ¿qué?
Avila: A la gente, que vive, y está en él como si
ahora dijéramos: El Inca sujetó toda la tierra; que entonces no queremos decir
que sujetó el suelo.
Indio: ¿Pues qué queremos decir?
Avila: Que sujetó a la gente que estaba en ella (Ibid. Tom. I, p. 326).
b.
Sobre
mundo
Avila: No a siete mil años cabales, que Dios crió
los cielos, y la tierra de nada; porque entonces no había nada de esto. Pero
Dios siempre lo hubo.
Indio: ¿Qué quiere decir siempre? ¿desde cuándo?
Avila: ¿Desde cuándo preguntas? Desde cuando no lo
sé, (Ibid. p. 416) no se puede decir:
porque Dios es, y ha sido sin principio; ... todo (lo pasado) es como un día,
para decir, cuanto hace que Dios es.
Indio: Pues padre ¿cuánto hace?
Avila: No hay cuando, es sin principio, que en otro
término se dice es eterno, que nunca tuvo principio.
... y por
eso ninguna cosa es Dios, porque todo lo demás tuvo principio, como los cielos,
la tierra, y cuanto en ellos hay (Ibid.
p. 417).
Indio: ... Pues antes de criar esto Dios ... por no
haberlo criado, ¿era pobre, o que le hacía falta algo de lo criado?
Avila: No, de ninguna manera, tan rico, y poderoso
era como ahora, la misma gloria tenía; ... siempre ha sido poderoso, rico,
omnipotente, y cuando todo se consumiera y se acabara y no quedara cosa en pie;
había de ser por su voluntad, y entonces no le hacía falta a Dios, ni por eso
fuera pobre (Ibid. Tom. II, p. 45).
Indio: ... Pues ¿Dios en cualquier obra que hace es
capaz de cansancio? ¿cada día no obra cosas nuevas y cría tantas criaturas en
las entrañas de las mujeres? y por su orden y mandato ¿no anda el sol y sale
cada mañana? y ¿aparece la luna y resplandecen las estrellas cada noche, vienen
las lluvias cada año, y todo se sazona, y madura, se agota, revive y muere?
¿Esto y mucho más haciéndolo Dios es así que se cansa?
Avila: De ninguna manera se cansa obrando cuanto
hay en el universo, dándole vida y causando la muerte, y no dando lugar a que
paren los cielos, y su movimiento.
Indio: ¿Pues cómo, o por qué razón no se cansa?
Avila: Porque es Dios y Dios tiene fuerzas
infinitas.
Indio: ¿Todo este mundo inferior y el superior y cuanto
en ellos hay como lo obró? ¿Quién le
ayudó? ¿De dónde lo sacó?
Avila: Todo esto le dio ser de la nada, con solo su
querer, y lo hizo, lo acabó y hermoseó, y ahora prosigue sustentándolo y eso es
fe católica, y que forzosamente se ha de creer así (Ibid. Tom. I, p. 277).
Indio: Pues padre todo eso hace más fuerte mi
dificultad ¿Cómo me dijistéis, que Jesucristo se había cansado? siendo así que
se cansó luego no es Dios (Ibid. pp.
277-278).
Avila: Hijo parece que dices razón, que concluye.
Pero no lo es. Te lo daré a entender, si me oyes con atención.
...
Jesucristo es verdadero Dios, y verdadero hombre, que siendo hijo de Dios se
hizo hombre en el vientre de la Virgen María ... haciéndose hombre ... sin
dejar de ser Dios, y así en cuanto tal hombre fue niño, muchacho y hombre
perfecto, y comía, bebía, dormía, y se cansaba, lloraba y aún llegó a morir.
Todo
eso pasó Jesucristo en cuanto hombre ... se cansó, de manera, que fue en cuanto
hombre, habiendo caminado (Ibid. p.
278).
Pero quizá
diréis ahora.
Indio: Si los vientos, y la mar obedecieron (a
Jesucristo) luego, sin duda que tienen oídos y en el sermón pasado ... nos
dijistéis lo contrario hablando del sol, y de la luna ¿pues cómo ahora decís
que la mar y vientos oyeron?
Avila: Mira aunque yo lo he dicho así ..., con
todo no es porque oyen, ni tienen oídos, porque eso sólo es para que entendamos
que a la voluntad de Dios aún lo insensible obedece. Pero solo el hombre que es
de duro corazón aunque Dios lo llame mil veces, no le responde (Ibid. p. 130). Mira hijo mío este sol,
que nos alumbra, y la luna, y estrellas no oyen, ni ven, ni entienden, y por
más que gritéis no te pueden oír.
Indio: ¿Y esto por qué razón?
Avila: Porque todo esto no es cosa que tiene vida,
aunque es tan hermoso y resplandeciente ¿No veis un espejo? ¿No está muy liso y
bruñido y resplandeciente? ¿Ese si le hablaráis oiríaos? De ninguna manera.
Indio: ¿Pues porqué?
Avila: Porque no tiene vida.
Indio: Padre mío así es del espejo: Pero el sol,
luna (Ibid. p. 101) y estrellas no
son así, ¿porqué a todos estos no los vemos andar cada día y cada noche?
Avila: Mira hijo aunque eso fuese así no son
vivientes.
Indio: ¿Pues cómo andan si no lo son?
Avila: Mira que tampoco andan, porque yendo de aquí
allá van llevados ¿No sabéis cómo? Si tú fueras ahora de aquí a otro pueblo
sobre una carreta, yendo la carreta tirada de los bueyes, ¿vas tú por tus pies?
claro es que no, porque ellos llevan, y tiran la carreta que te lleva: lo mismo
pasa con el sol, luna y estrellas. ... el sol, las estrellas y luna formados,
en una tela azul tirada y extendida, ... ellos mismos no se mueven, ni andan,
tampoco sino con aquella tela azul que es el cielo. ... y cuando llega el sol así traído al medio
del cielo, decimos que es medio día, y cuando ha dado toda la vuelta, y se
esconde, decimos que es noche.
Indio: Entonces ¿dónde se esconde? ¿dónde se oculta?
Avila: ... ni se oculta, ni se esconde, sino que
por debajo viene dando vuelta con el orbe del cielo alumbrando y calentando (Ibid. p. 102) otras tierras ...
Pues
en este ejercicio están comúnmente sin cesar estos cielos llevando consigo al
sol, luna y estrellas.
Indio: Y cuando así andan ¿quién los mueve?
Avila: Un Angel, un valiente de Dios quién lo tiene
mandado, él solo lo mueve todo.
Indio: Y ¿para qué lo mueve?
Avila: No mas de para alumbrarnos y calentarnos, y
dar vida a todo, fomentándolo como es el maíz, trigo, y árboles, y los
cuadrúpedos y a los peces del mar, y todo lo demás.
Y aunque
esto todo sea así: ese sol, luna y estrellas no viven, no tienen ojos, oídos
pies, ni manos, ni comen.
Pues
siendo esto así: de ninguna manera se deben adorar: porque por más que grites
no te han de oír (Ibid. p. 103).
Indio: Y demás de lo dicho, vos padre, no habéis
referido ... ¿qué una estrella caminando delante de los reyes los guiaba, y
llevaba, y que en llegando donde estaba el niño Jesús, paró, y no anduvo más?
¿No dijistéis esto hace poco? ¿Pues cómo dices que las estrellas ni entienden,
ni andan? (Ibid. p. 104).
Avila: ... Aquella estrella no fue como son las demás:
porque las demás no se mueven solas de por sí.
Indio: Padre no me digáis eso. Contra lo que yo he
visto muchas noches, que es correr una estrella y demás de esto, cuando me han
hurtado ... consultando yo al sabio ... me suele decir, que hacia aquella parte
que voló la estrella llevaron el hurto y que hacia allí vaya yo en su busca y
lo hallaré: y creyéndolo lo he hecho, y hallado: Pues como padre decís que las
estrellas no vuelan, ni se mueven?
Avila: Yo te lo diré hijo, óyeme con atención: eso
que vuela no es estrella.
Indio: ¿Pues qué es?
Avila: Cuando la tierra vaporiza calentada del sol,
se levantan nubes y también de la mar, estas se levantan a lo alto llevadas del
aire, y allí juntándose se refriegan, y aprietan, y toman calor, y se
encienden, y encendidas revientan y en reventando parten aquí, y allí, como una
saeta, hasta que aquel fuego se consumió, y así se pierden, se consumen, y se
acaban, y esto es lo que tu llamas estrella, y tu crees lo que te dice el viejo
y vieja mentecatos, y sin entendimiento, y dices que es estrella; y buscando lo
hurtado a veces das con ello, y otras veces no, y lo mismo sucediera cuando no
los hubieras consultado (Ibid. p.
107).
Indio: Pues padre ¿cómo no nos das a entender una
cosa de mucha dificultad? Los incas, y reyes
antiguos, para haber de adorar al sol, no le fabricaron una casa, y templo en
el Cuzco, y allí no le sacrificaban con cuyes, y carneros blancos, y le
quemaban maíz blanco, y daban a beber chicha blanca diciéndole ¡oh sol señor
poderoso de barbas rubias, dame vida, porque tu eres el padre y criador de
nosotros los incas! y le suelen poner chicha blanca, para que beba en una
vasija muy grande de oro, poniéndola en la casa del sol, para que por una
lumbrera entrando el rayo diese en el vaso, y entonces decían, ya bebe nuestro
padre el sol: siendo esto así como decís lo contrario? (Ibid. p. 103).
Avila: Este sol que miramos, a vuestro entender,
¿qué tan grande será? ... Pues sabed, que ese sol es mayor, que toda la
redondez de la tierra, y mar ciento y sesenta y cinco veces; y el ser tan
grande lo saben, y entienden muy bien los filósofos. Siendo tan grande ¿si
comiera con que se satisfaciera? ¿Con uno, o con dos, o tres carneros de la
tierra? Esto es cosa de burla (Ibid.
p. 106).
El
que oye, ve y lo entiende todo, y el que lo cria y le da fondo y fin con su
propio poder y fuerzas, sin ayuda, ni amparo de otro es solo Dios (Ibid. p. 105).
c. Sobre
hombre
Indio: ... Bien está, pero nosotros los indios no
somos hechuras de Dios como los españoles, que nuestro origen es diferente. Una
parcialidad de indios tuvo origen de una cueva, y los progenitores, y cepa de
otros salieron de unos huevos, y otros de una laguna, que siendo esto así
padre, todo lo que habéis dicho, no cuadra para nosotros.
Y además
de esto nosotros los indios, tenemos diferente aspecto, y color, y carecemos de
barbas, y los españoles son blancos, y parte de pelo negro, parte rubio, y la
lengua, e idioma diferente. Por estas razones, ni lo que predican los padres,
ni el Evangelio, hablan con nosotros, y esta es la razón, porque no creemos eso
y por que no somos cristianos de corazón, que la verdad es, que de solo temor
de vosotros los padres, parecemos cristianos (Ibid. p. 297).
Avila: ... Todos los hombres de cualquier color que
sean, son hechura de Dios, porque cuanto vuestros mayores, dijeron contra esto
es burlería, diciendo que salieron de aquí, y de acullá (Ibid. p. 547).
... es
necesario, que primero entendáis, que no son sólo los indios, los que han dicho
esto, que antiguamente así lo decían otras naciones.
Son
innumerables los que en esto erraron, y que dijeron varias cosas del origen de
los hombres, y las enseñaron. Y en esta tierra, en todas las provincias
refieren diferente origen los naturales de ellas, los ccollas dicen uno, los aymaras
otro, y los incas lo propio, y todo es cosa ridícula, (Ibid. p. 297) cuentos y
fábulas, sueños y errores, y cosas de hombres sin juicio.
Lo cierto,
y sin duda es, lo que está en la Escritura Divina acerca del origen de los
hombres.
Indio: ¿Pues qué dice allí?
Avila: Que de un varón llamado Adán, y una mujer
Eva (hechos de barro) proceden todos los hombres, blancos, negros, pardos, de
pelo rubio, o negro, altos de cuerpo, o pequeños; y las mujeres lo propio; ...
pero las ánimas de nada las crió, y puso en los cuerpos, y así tuvieron vida, y
de estos empezó a propagarse el género humano, esto es verdad infalible, y que
no se puede ir contra ella ... y así somos hermanos el negro, el indio y todos
los demás ... (Ibid. p. 298).
Indio: Padre declaradnos eso, más claramente.
Avila: ... oídme con atención ...: En el mundo hay
mucha gente, unos de color blanco, que llamáis viracocha, otros de la china ...
Pues todos estos son llamados de Dios para que se salven creyendo en él ... (Ibid. p. 146).
De aquí se
sigue, que lo que poco a dijiste, de que el indio tiene diferente origen, que
el español, es cosa de burla, porque todos le tenemos igual (Ibid. p. 298).
Indio: ... Padre, aunque los oyentes somos indios,
entendimiento y sentidos tenemos; y siendo así, ¿cómo nos queréis persuadir, a
que somos hechos de barro? veamos ¿ésta mi carne es barro? El barro no tiene
sentido, ni le puede doler nada, ni aunque lo hieran o aporreen, se puede
quejar; ni el frío le da pena, ni el fuego y ni come ni bebe. Pero yo soy hecho
de carne y así todo lo dicho lo siento, y con las cosas blandas, dulces, y
regaladas, ella tiene contento, y le saben bien. Pues siendo esto así padre,
claro es, que no soy hecho de barro, ni vos me tratáis verdad.
Avila: ¡Oh hijo mío!, bien has discurrido, pero con
todo eso, lo que tú dices, no lleva camino; porque yo, y tu, somos sin duda de
tierra, y el rey, y cualquier señor, es lo propio, y esto es cosa certísima por
dos razones (Ibid. p. 165). La una
porque el mismo Dios lo dice en la Escritura ... La otra razón es, que nosotros
mismos vemos cada día, como somos tierra. Los incas, y reyes antiguos, y
vuestro padre cuando murió, en corrompiéndose los cuerpos, ... ¿en qué se
convierten? ¿en oro, o en plata, o en qué? Decidlo vos propio.
Indio: En tierra ...
Avila: ... Acuérdate hombre, que eres polvo y en el
te has de volver (Ibid. p. 166). Otra
cosa os conviene mucho saber, que un hombre, cuanto quiere que sea pobre,
tuerto, ciego, ora sea indio, ora negro, se aventaja al sol, luna, y estrellas
... Si tú tienes un muchacho, o un negro que has comprado, cual es mejor ¿tú o
tu negro? Claro es que tú. Porque ellos no hacen más de obedecer tu mandato. De
la misma manera el sol, luna, y estrellas, son nuestros sirvientes.
Indio: ¿Y esto por qué?
Avila: Porque el sol, luna, y estrellas, son
sirvientes, y como criados del hombre; esos los crió la providencia de Dios,
para que alumbrasen al hombre de día y de noche, porque con su luz vemos para
andar, y trabajar ... (Ibid. p. 105)
... Dios siendo criador de todo cuanto hay, el así mismo lo conserva, y
sustenta, para que no perezca: y todo esto hace por nosotros solamente ...
porque por el hombre solo crió el sol, la luna, las estrellas, y los cielos, la
tierra, y cuanto hay en ella. Porque Dios para sí, ni lo quiere, ni lo a
menester. Y de aquí es, que el hombre es señor de todo eso (Ibid. p. 358).
Pues
siendo esto así, cuanto debemos ponderar, temer, y estimar el poder de este
señor.
Indio: ... ¡Oh padre!, que nosotros no vemos, que
Dios nos dé el sustento: porque nosotros aramos, y quebramos los terrones,
regamos, y sembramos, y de aquí procede nuestra comida, y nosotros apacentamos
nuestro ganado, y le curamos la roña, y de aquí es la carne, que comemos, y la
lana de que vestimos, y si no hiciéramos esto, no pudiéramos vivir.
Avila: Si hijo mío, bien dices, que tú siembras, tú
crías el ganado, hilas la lana, y tejes la ropa, es pura verdad. Pero ¿a esa
tierra quién le da virtud para que haga crecer y brotar lo sembrado, (Ibid. p. 290) y para madurarlo? ¿Quién
envía cada año el invierno, y aguas, quién hace crecer la hierba en el campo?
¿Quién da vida al carnero? ¿Quién da fuerza a un grano de maíz, para que pudra,
y brote, y heche tantas hojas, y el choclo? ¿Esto haces tú y aunque lloraras lo
hicieras? De ninguna manera.
Pues mira,
que Dios es el autor de todo y de su mano procede, y a ti te da fuerza para que
obres eso que dices (Ibid. p. 291).
... ¿Pues
todo esto para quién es? ¿O para qué? Para sólo el hombre: para nosotros.
Siendo
esto así, evidente es que nos aventajemos a todos esos.
Todos los
cuadrúpedos ... y los volátiles, aunque oyen, ven, andan, y duermen, no
discurren, fáltales el entendimiento, y
aunque son vivientes, y se mueven, y nos cargan nuestras cargas, no
tienen aquel conocimiento que el hombre, y aunque tienen ánima, es tal que en
muriendo el cuerpo, ella también muere (Ibid.
p. 105).
Indio: Padre mío, como dices, que ... las almas de
los hombres no mueren: no decimos en el catecismo: las ánimas de los hombres,
no mueren con los cuerpos, como las de las bestias, mas son inmortales, y nunca
se acaban. Y aun nuestros antepasados, los indios viejos, así nos lo enseñaron,
y aun dicen que en muriendo alguno por cinco días, se está el alma en casa. Y
por esta razón le suelen de noche quemar maíz, y coca; para que coma, y hacer
otras ceremonias. Siendo esto así como vos padre, decís ¿que el que peca mata
su alma?
Avila: Entiéndeme bien hijo, que yo te declararé
eso. Verdad apurada es, que de ninguna manera mueren las ánimas de los hombres;
porque en muriendo el hombre, el cuerpo sólo muere desamparado del alma ...
Pero en llegando a pecar mortalmente, se hace enemiga de Dios, y le es
aborrecible: y esto es igual a la muerte (Ibid.
p. 311). ... Y el ir al infierno como es tan grave pena, tiene nombre de muerte,
y aún es peor que la muerte; porque nunca se ha de acabar: por esto pues la
llamamos muerte del alma.
Y lo que
dicen vuestros mayores de que las almas de los que mueren están aquí por cinco
días, y les dan de comer, y lo demás es cosa de burla, y de reír; porque al
punto, que uno muere, si era enemigo de Dios, cuando murió va derecho al
infierno con los demonios, y si muere en gracia de Dios, y amigo suyo, habiendo
hecha cumplida penitencia de sus pecados, va a la gloria a la presencia de Dios
a ser grande ... Veis aquí como os he enseñado que la ánima es inmortal, y que
la tradición de vuestros mayores es mentira, y como aunque sea inmortal, en
perdiendo la gracia, y ser amiga de Dios, decimos, que ha muerto. Y también
sabéis como hay dos muertes, una del cuerpo, y
otra del alma (Ibid. p. 312).
Indio: ... Sin duda que este padre nos tiene por
bobos, pues que nos quiere hacer entender que
los cuerpos de los que murieron han de resucitar, habiéndose la carne y
nervios de ellos convertido en tierra y los huesos despedazados y habiendo
comido los animales, y aves, y peces en la mar y ríos muchos cuerpos de estos.
¿Estos pues cómo se podrán juntar, ni conocerse, cuando no se hubieran
consumido? Esto padre mío por amor de vos solamente digo que lo creo, más la verdad
es que en mi interior me río de ello (Ibid.
p. 22).
Avila: ... si eso dijerais de veras, sería
grandísimo pecado mortal, y herejía, y si murieseis sin confesarlo, y
arrepentiros de ello, os condenaríais para siempre (Ibid. p. 23).
Porque la
resurrección no es para vivir en esta vida, sino para ir en cuerpo y alma al
cielo, o al infierno, según cada uno vivió.
Indio: ... padre ¿para qué han de ir en ánima, y
cuerpo, no bastara que fuese la alma sola?
Avila: No, porque es justo que pues cuando uno peca,
es con alma y cuerpo; y cuando obra bien de la misma suerte: también tengan
cuerpo y alma la gloria, o la pena, según vivieron (Ibid. p. 22).
Para
entender esto bien, conviene, que primero sepáis, que comparada la alma con el
cuerpo ella se aventaja sobremanera. Porque nuestro cuerpo es un poco hecho de
barro, y que al fin se ha de convertir en barro. Pero nuestra alma no es así.
Indio: Pues ¿qué es?
Avila: Es intelectual, y discurre, y no tiene
cuerpo, ... es inmortal, y que la crió Dios de nada, para que diese vida al
cuerpo, y para vivir, y morar en el cielo (Ibid.
p. 51).
Veamos
pues, y declaremos esto bien. Sabed pues, que nosotros somos formados, y hechos
de dos cosas, la una es este nuestro cuerpo, nuestra carne, nuestros huesos,
eso que ahora vemos. La otra cosa, es nuestra ánima, esa no la vemos, ni
tampoco se puede ver; bien es verdad, que mediante ella vivimos, nos movemos,
andamos y los ojos ven, y oímos, y todo cuanto obramos es mediante el alma. ...
Pero tiene voluntad, y memoria, y entendimiento estas son sus tres potencias (Ibid. p. 266).
Y luego el
hombre, y la mujer por haberle dado Dios (como a los ángeles) entendimiento, y
capacidad para ello, ... son los que oyen, saben, discurren, entienden, y
tienen memoria (como Dios). Todo lo demás no es así (Ibid. p. 105).
Pues de
aquí ¿qué hemos de sacar? Esto: Ser agradecidos a quien nos hace bien. ¿Pues
quién es el que nos ha hecho, y hace, y nos está ahora haciendo? ¿Sabéis quién? Dios.
Indio: Pues ¿qué bien nos hace Dios? Porque ni lo
vemos, ni nos habla, ni lo conocemos.
Avila: ¡Oh hijo mío!, como verdaderamente dices la
verdad. Si tú fueras cristiano de veras, supieras ¿qué bien te hace Dios? y que
le ves y que te habla; y lo conocieras.
Avila: Esta es hijos míos, vuestra desventura, que
al cabo de tantos años no acabáis de conocer a Dios. Rezas, dices el catecismo,
y no hacéis concepto de lo que habláis (Ibid.
Tom. II, p. 127).
2. Otras
temáticas
En las
consideraciones de Avila sobre idolatrías, Dios, mundo y hombre que se han
presentado en el acápite anterior, se ha procurado eludir materias que estén
referidas, en forma específica, a cuestiones propias a la enseñanza religiosa
cristiana: Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo; la Iglesia, el clero, la
veneración al sacerdote que imparte la doctrina, las oraciones: padre nuestro y
credo, etc. El misterio de la Santísima Trinidad y los sacramentos: matrimonio
y bautismo, etc. Las virtudes teologales. Los apóstoles, los profetas y
mártires. El demonio, el infierno, el limbo y la gloria; el juicio final y la
resurrección. Los pecados y el afán de riqueza.
Todas
estas cuestiones se abordan desde un profundo conocimiento de la manera de
pensar y sentir de los indígenas, constituyéndose el Tratado de los Evangelios en una maravillosa fuente de estudio
teológico, filosófico, ideológico, histórico, antropológico, etnológico,
lingüístico y filológico, que se espera aprovechar en próximos trabajos de
investigación en torno a la problemática indígena.
Pese a
todo el esfuerzo de catequización llevado a cabo en la praxis de la evangelización y a la magna obra escrita para uso de
otros catequizadores, Avila no logró cumplir con su propósito fundamental:
extirpar la idolatría del mundo andino ya que ésta subsiste hasta nuestros días
encubierta en una forma peculiar de sincretismo religioso que se expresa en
formas mágico-fantásticas, como brujería y curanderismo que representarían, en
última instancia, una especial resistencia ideológica de la cultura
prehispánica a la cultura occidental.
Conclusiones
El estudio
del Tratado de los Evangelios de
Francisco de Avila permite certificar que, en el siglo XVII, la evangelización
en el Perú tropezaba con serios inconvenientes debido a la tenaz resistencia de
los indígenas que seguían en la práctica, escondida y oculta, de su religión
ancestral.
Los
extirpadores de idolatrías procuran un nuevo esfuerzo pedagógico para lo cual
les fue necesario conocer y penetrar el mundo religioso indígena. Resultan así
los mejores cronistas informantes sobre la religión en el Tahuantinsuyo.
Avila,
como cronista, volcó todo su talento y experiencia de extirpador en una obra
monumental tanto por su extensión como por lo comprendido en ella (2 volúmenes: el I con 564 páginas y el II
con 134).
Cada uno
de los sermones del Tratado es digno
de profundo estudio, no sólo por su contenido, sino por su estructura formal.
Sistematiza y perfecciona en ellos el método de los catecismos de la época
mediante la introducción de un diálogo con el catequizado, a quien se le
permite expresar sus oposiciones a la cuestión tratada.
Esto es lo
más valioso en la obra de Avila, pues esas oposiciones revelan las creencias
prehispánicas que se mantenían en vigencia, y es así posible decodificar el
discurso evangelizador y reconstruir la mentalidad religiosa indígena y sus
conceptualizaciones en el siglo XVII.
Desde una
perspectiva lógica el método de enseñanza es original. Procede enseñando una temática del evangelio,
luego acepta como reales y ciertas las creencias y reflexiones de los
indígenas, para concluir negándolas con argumentos que se fundamentan en la
teología y filosofía cristiana, pero que sabe adecuar a la experiencia de vida
y a la especial idiosincrasia del indígena.
Se ha
logrado sintetizar las temáticas y problemáticas abordadas por Avila siguiendo
su metodología, es decir, utilizando el diálogo referido a la idolatría, y a
las conceptualizaciones sobre Dios, mundo, y hombre, de ambas culturas, con la
intención de hacer posible una lectura dialéctica contemporánea,
ágil, pero sin descuidar la decodificación del discurso evangelizador del más
famoso extirpador en el Perú.
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[1]
Avila, Francisco de. Tratado de los Evangelios, por sermones en
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[2] Calancha, Fray Antonio de la. Coronica moralizada del orden de San Agvstín en el Perv, con svsesos
egenplares en esta Monarqvia. Barcelona, Ed. Pedro Lacavallería, 1639, cap.
VI p. 345.
[3] “Y primeramente, en nada hay que poner más empeño ni trabajar
más asiduamente, que en desarraigar de los ya cristianos o de los que van a
serlo todo amor y sentimiento a la idolatría. Porque éste es el mayor de todos los
males, siendo ... principio y fin de toda maldad, que de todas las maneras hace
la guerra a la verdadera religión ... no hay amor tan insano que así embauque
al torpe amador con su ocasión, como deja la idolatría cautivo el ánimo en la
afición al ídolo. Por lo cual da frecuentemente la Escritura a la idolatría
nombre de fornicación y amor de meretrices ... Pues con cuánta razón
recomiendan esto las Sagradas Letras, lo muestran bien en sí nuestros bárbaros.
No me ocurren palabras bastantes para dar a entender cómo están los ánimos de
estos desgraciados, más que imbuídos, transformados totalmente en el
sentimiento idolátrico; que ni en paz ni en guerra, en el descanso ni en el
trabajo, en la vida pública ni en la privada, nada son capaces de hacer sin que
preceda antes el culto supersticioso a sus ídolos. No se regocijan en sus
bodas, ni lloran en sus entierros, ni dan o reciben banquete, ni salen de casa,
ni comienzan el trabajo sin que acompañe el sacrificio gentil. Tan oprimidos
los tiene el demonio con miserable esclavitud. Y con cuánto artificio ocultan
sus idolatrías y las disimulan, cuando no se las dejan hacer en público, y con
cuánta impudencia pierden el seso en ellas, cuando creen que no se lo
impedirán, es cosa que más puedo admirarla que declararla con palabras ...
Vuelvo a los indios ... se
indignan algunos contra nuestros bárbaros, de los cuales más bien deberían
compadecerse, por aquello de que es vano el sentido del hombre cuando no está
imbuido de la ciencia de Dios. Más bien habría que pensar que es hereditaria la
dolencia de la impiedad que contraída en el mismo seno de la madre, y criada al
mamar su misma leche, robustecida con el ejemplo paterno y familiar, y
fortalecida con la costumbre dilatada y la autoridad de las leyes públicas,
tiene tal vigor que no la podrá sanar sino el riego muy abundante de la divina
gracia, y el trabajo infatigable del doctor evangélico. ¿Por qué, pues,
acusamos la tardanza de los indios en dejar la idolatría, debiendo más bien
indignarnos contra nuestra desidia que clamando poco y fríamente contra la
superstición de las guacas y homos, cantamos en seguida victoria, estando aún
todo por hacer? Aquí, pues, conviene que asiente el pie el catequista, y para
arrancar las últimas raíces de la idolatría del ánimo de los indios, ponga todo
su pensamiento, su industria y su trabajo. Porque todos los géneros de ella ...
reinan con gran fuerza entre los bárbaros. El mayor honor lo tributan al sol, y
después de él, al trueno; al sol llaman Punchao, y al trueno, Yllapu; a la
Quilla, que es la luna, y a Cuillor, que son los astros; a la tierra, a que
llaman Pachamama, y al mar, Mamacocha ... Además, a sus reyes, hombres de fama
ilustre, les atribuyen la divinidad y los adoran, y sus cuerpos, conservados
con arte maravilloso enteros y como vivos, hasta ahora los tienen; así al
primero de ellos Mangocapa, y Viracocha, Ynga Yupangui y Guainacapa y a sus
demás progenitores en ciertas fiestas establecidas los veneraban
religiosísimamente y les ofrecían sacrificios cuando les era permitido; tanto,
que podrían competir en ingenio con los griegos para conservar la memoria de
los mayores. Pues lo que toca a la superstición de los egipcios está tan en
vigor entre los indios, que no se pueden contar los géneros de sacrilegios y guacas:
montes, cuestas, rocas prominentes, aguas manantiales útiles, ríos que corren
precipitados, cumbres altas de las peñas, montones grandes de arena, abertura
de un hoyo tenebroso, un árbol gigantesco y añoso, una vena de metal, la forma
rara y elegante de cualquier piedrecita; finalmente, por decirlo de una vez,
cuanto observan que se aventaja mucho sobre sus cosas congéneres, luego al
punto lo toman por divino y sin tardanza lo adoran. De esta peste perniciosa de
la idolatría están llenos los montes, llenos los valles, los pueblos, las
casas, los caminos, y no hay porción de tierra en el Perú que esté libre de
esta superstición. Pues las víctimas, las libaciones, el orden de las
ceremonias con que seguían todos estos cultos los principales de los Ingas,
sería infinito contarlo”. Acosta, José de. De
procuranda indorum salute (Predicación del Evangelio en las Indias).
Introducción, traducción y notas por Francisco Mateos S.J. Madrid, Colección
España Misionera, 1952, pp. 457-461.
[4] Polo de Ondegardo, Juan. Informaciones
acerca de la religión y gobierno de los incas. Notas biográficas y
concordancia de los textos por H. Urteaga. Lima, Imprenta y Librería Sanmarti y
Ca., 1916-1917, Tom. III, p. 6.
[5] Acosta, José de. Historia
natural y moral de las Indias. En Obras
del P. José de
Acosta. Madrid, Ed. Atlas, 1954, pp. 144, 200 y 142. (Biblioteca de Autores
Españoles Nº 73).
[6] Cobo Bernabé. Historia
del Nuevo Mundo. En Obras del P.
Bernabé Cobo. Madrid, Ed. Atlas, 1964, p. 155. (Biblioteca de Autores
Españoles Nº 92).
[7] Acosta, Antonio. “Estudio
biográfico sobre Francisco de Avila”. En Taylor Gerald. Ritos y tradiciones de Huarochiri del siglo XVII. Lima, Instituto
de Estudios Peruanos, 1987, p. 584.
[8] Loc.
cit.
[9] Avila. Ob. cit.
“Domingo segundo después de pascua”. Tom. I, pp. 474-481.
[10] Ob.
cit. Tom. I, p. 475. El
diálogo entre Avila y el indio ha sido trasladado al castellano actual;
señalamos entre paréntesis el tomo y la página correspondiente al texto del Tratado de los Evangelios.
[11] Avila va a explicar la conquista del Perú, con bastante
precisión, hasta el momento del encuentro, en Cajamarca, de Pizarro con
Atahualpa, el hermano de Huáscar Inca que estaba en el Cuzco.
FRANCISCO
DE AVILA Y LA EXTIRPACIÓN
DE
LA IDOLATRÍA EN EL PERÚ*
María Luisa Rivara de
Tuesta
Profesora Emérita,
UNMSM
Introducción
El
presente trabajo se ha centrado en la Extirpación
de la idolatría en el Perú y está basado en el Tratado de los Evangelios[1],
conjunto de sermones en castellano y quechua escritos por Francisco de Avila,
obra considerada como un texto evangelizador perteneciente al siglo XVII.
Está
íntimamente relacionado con nuestras investigaciones sobre pensamiento
prehispánico en el siglo XVI cuya temática Dios, mundo, hombre seguimos
profundizando a través de estos estudios colaterales. Y es que efectuada la
conquista los indígenas se verán afectados por el fenómeno de transculturación
occidental al cual oponen una resistencia que, en el plano de la religión y
creencias ancestrales, se hace evidente en este tipo de estudio que está atento
al orden ideológico e histórico del proceso de aculturación al modelo
occidental-español.
El orden
de las ideas desarrolladas en este ensayo sobre “Francisco de Avila y la
extirpación de la idolatría en el Perú” se inicia con los antecedentes de la
extirpación y de los extirpadores de idolatrías.
Se
presenta una síntesis de la religiosidad indígena, refiriéndonos a Viracocha, Pachacamac y Runahuallpa
como entidades superiores, para pasar a explicar modalidades específicas de la
religión en el Tahuantinsuyo.
Situamos a
Francisco de Avila, a través de su biografía y de su obra, relievando que lo
singular de sus sermones se da en el diálogo que establece con sus oyentes
indios.
A
continuación nos ocupamos del Tratado de
los Evangelios el cual es presentado en sus aspectos generales y en la
singularidad que ofrece cada uno de los sermones que lo constituyen.
A manera
de ejemplo presentamos un diálogo específico, el referido al Sermón del Buen Pastor y pasamos a ocuparnos de
las temáticas y problemáticas generales abordadas por Avila a través de la
recreación de un diálogo referido a idolatrías, Dios, mundo y hombre, y
concluimos indicando importantes temáticas referidas a la enseñanza misma del
credo cristiano a los naturales.
Capítulo I
La
extirpación de la idolatría y la religión indígena
1. Antecedentes
La
extirpación de la idolatría en el Perú está íntimamente vinculada al fenómeno
de transculturación occidental y a la resistencia que en el plano de la
religión y creencias opuso el indígena a la evangelización católica cristiana.
Este
proceso de resistencia se inicia en Cajamarca cuando Atahualpa arroja el
evangelio que le entregara el padre Valverde diciéndole que él no sabía sino
que Pachacamac era el que había
creado todo cuanto existe. Se evidenció en ese momento un rechazo a la religión
del extranjero, lo que se tomaría como pretexto para iniciar el ataque con
armas por parte de hombres que profesaban el cristianismo y para quienes no
podía existir otra forma de creencia religiosa que no fuera la que ellos
practicaban.
La conquista
fue un imperativo de transplante de formas ideológico-religiosas que se
opondrían y se superpondrían a las existentes.
Así, en concordancia con el pensar y sentir de la corona y del hombre
español que realizaba la conquista era indispensable iniciar la evangelización
de los naturales del Perú, la misma que se realizó obedeciendo a un vasto plan
auspiciado desde España y realizado por intermedio de las órdenes religiosas de
más prestigio en la península.
Esta tarea
de evangelización no fue tarea fácil en el Tahuantinsuyo. Las denuncias sobre idolatría se inician en
1541, por parte de Luis de Morales, Vicario General del Cuzco, quien dirige al
rey un informe donde se denuncia por primera vez las prácticas ancestrales.
Entre 1545-1549, con Loayza se da el primer texto legislativo que trata de
controlar las formas religiosas que practicaban los indígenas. En 1551 se
realiza el Primer Concilio de Lima, en 1567 el Segundo y en 1570, con Toledo,
se proyecta la intervención del Estado y las autoridades civiles sobre la
evangelización.
Entre 1582
y 1585 tiene lugar el Tercer Concilio, el cual no se ocupa de la idolatría,
sino de la creación, adaptación y publicación de catecismo, doctrinas,
confesionarios y sermonarios, en quechua y aymara, pues queda establecido que
la manera de enseñar a los indios ha sido deficiente. En estos años la mayor
preocupación es sistematizar y adaptar tanto el evangelio como la doctrina a la
mentalidad de los naturales.
Estos
pasos dados por el sacerdocio español no fueron suficientes para desarraigar ni
extirpar las antiguas creencias, simplemente, mejoraron los métodos y sistemas
pedagógicos, se encargaron a un clero conocedor del idioma quechua o de la
lengua local en que debía impartirse la doctrina y se uniformó el contenido a transmitir
adaptándolo a la psicología y mejor entendimiento de los naturales, pero, el
problema de fondo subsistía: los indios seguían aferrados a sus antiguas
creencias y la implantación del credo cristiano se convirtió en una tarea no
sólo difícil sino ardua y penosa de llevar a cabo, debido a la tenaz
resistencia del indígena y a la secreta y continua enseñanza que realizaban los
maestros de la religión ancestral.
Pero, de
hecho, al finalizar el siglo XVI ya habían quedado atrás las improvisadas y
ridículas formas y modalidades de la enseñanza religiosa con las que se había
iniciado el proceso de evangelización, y que Calancha explica estaba en manos
de encomenderos y haraganes vagabundos, así dice:
“Avía unos
araganes vagabundos, que ni por leales huían de los traydores, ni por buenos se
escusaban de las guerras, onbres para nada, que se alquilavan recibiendo de
algunos encomêderos paga, para decir la dotrina dos ò tres semanas a sus Indios
... onbres de vida licenciosa, acomodados al propio deleyte, i enemigos de todo
trabajo ... q aziêdo visajes de rezar la dotrina, los buscò el demonio para
desautorizarla, pues enseñavan con nonbre de Cristianos las oraciones que
rezaban como ciegos, sirviêdo por paga, i no devoción, aziendo Cristianos lo q
no cometían Gentiles”[2].
Es a
principios del siglo XVII cuando propiamente se evidencia la necesidad de
extirpar las antiguas creencias, ya que los indios han seguido practicando, con
no poca habilidad y burla al sacerdocio, todas las formas de su antigua y
compleja religiosidad. En este despertar a la “verdad” de la aparente
aceptación de la nueva religión tuvo importante y significativa participación
un grupo de sacerdotes conocidos en la historia como extirpadores de
idolatrías.
2. Los
extirpadores de idolatrías
Entre los
cronistas del siglo XVI que pusieron suma atención al tema de la idolatría
destacan Polo de Ondegardo y José de Acosta.
José de
Acosta en De procuranda indorum salute
(libro V, capítulos IX a XV) se ocupa de la idolatría de los bárbaros, de los
remedios contra ella, de la destrucción de los ídolos y templos y de la
perseverancia en la instrucción de los indios. Aunque su información es valiosa
e importante, como un hito en esta problemática[3], no
alcanza la dimensión que tuvo la acción destructora de los religiosos
conocidos, en la historia de la evangelización, como los extirpadores de
idolatrías.
Bajo esta denominación están comprendidos los
cronistas que en su afán de investigar el pasado prehispánico aportan
importante información sobre la religión indígena, y eclesiásticos que llevados
por su celo apostólico procuran una penetración del complejo mundo de la
religión y las creencias aborígenes ya que seguían constituyendo prácticas en
plena vigencia que, por lo tanto, constituían el mayor obstáculo para una adecuada
propagación del evangelio.
Tanto
laicos como eclesiásticos nos transmiten noticias históricas sobre religión,
creencias y ritos del antiguo Perú. Estudiando esta información es posible,
mediante la decodificación del discurso evangelizador, aproximarnos al discurso
indígena, a los fundamentos ideológicos de la cultura prehispánica que
permanecían vigentes en el siglo XVII como una fuerza espiritual de resistencia
del indígena a la cultura transplantada que se hace evidente en el aspecto
religioso ya que el conocimiento y respeto de sus propias convicciones les
impedía aceptar con plena credibilidad la prédica de la nueva religión
impuesta.
Desde esta
perspectiva el estudio de las fuentes históricas requiere de una relectura
objetiva, no dirigida a seguir el proceso de la evangelización y sus avances,
sino más bien los obstáculos e imponderables que se les fueron presentando a
los doctrineros y que, en última instancia, son los que develan las
observaciones lógicas y racionales que formulaban al credo cristiano los nuevos
adoctrinados.
Es
necesario, en primer lugar, describir en sus rasgos esenciales los elementos
que constituían el complejo fenómeno de la “religiosidad” indígena.
A. Wiracocha
Reconocían
como principio ontológico metafísico de todo lo existente a Viracocha. A Ticci Viracocha, dice Polo de Ondegardo: “le atribuyen
principalmente el poder y mando de todo”[4].
Y José de
Acosta expresa que a Ticci Viracocha
le: “atribuían principalmente el poder y mando de todo ... estando todo debajo
de su poder” y agregando que “ningún otro Dios hay ... sino uno; y que todo lo
demás no tiene propio poder, ni propia operación”[5].
Viracocha, trasladado al código
occidental, representa una concepción filosófica compleja y unitaria que
Bernabé Cobo interpreta como un acceso a “la primera causa” a quien:
“Daban ...
títulos y nombres de gran excelencia: los más honrosos y usados eran dos ... Viracocha el uno, y el otro, Pachayacháchic; al primero solían anteponer
o posponer algunas palabras, diciendo unas veces Ticciviracocha, y otras Viracochayacháchic.
El de Ticciviracocha era tenido por
misterioso, el cual, interpretado, significa “fundamento divino”; el nombre de Pachayacháchic quiere decir “Criador del mundo”; y la misma
significación tiene el de Viracochayacháchic”[6].
Los
distintos vocablos quechuas recepcionados por los cronistas han sido motivo de
confusión en la intelección de Viracocha,
sobre todo cuando, de acuerdo con los intereses cristianos, se le interpreta
como hacedor o creador, como incomprensible
Dios, y como movedor y causa de las demás causas, pero que para
los propósitos de la transposición a la teología cristiana representó, aparte
de una cuestión sólo atribuible a inspiración del demonio, una posibilidad de
acercamiento a la filosofía cristiana cuyo credo descansaba en la indiscutible
existencia y creencia en un Dios Padre
Todopoderoso, creador del universo, del mundo y del hombre.
En nuestra
interpretación Viracocha representa
un punto culminante de la reflexión indígena que, en su indagación gnoscitiva,
condujo a la evidencia de la existencia de una entidad invisible, causa y
origen de todo lo existente, es decir, un principio rector de todo lo visible
cuya característica esencial era la de ser una fuerza ordenadora que tenía el
“poder y mando” no sólo sobre el orden cósmico y la naturaleza sino también
sobre el comportamiento del hombre.
Por esta
razón el vocablo Viracocha ha de ser
cuidadosamente desterrado por los españoles y sustituido por la idea del Dios Padre.
La
transposición de esta entidad al código teológico occidental, por su
característica de ostentar el poder y
mando de todo lo existente, ser un “uno” separado de las creencias
propiamente religiosas, facilitó grandemente la evangelización debido a que en
mucho coincidía con el Dios de los cristianos.
A este Viracocha, concepción intelectualizada
de la élite cuzqueña, no se osaba nombrarlo, mientras que a Pachacamac, el enseñador o creador del
mundo, y al Runahuallpa, hacedor o
creador del hombre –que no eran otros dioses como comúnmente se considera, sino
expresiones en quechua que describían acciones ejecutadas por Viracocha– sí se
les podía nombrar o invocar, aunque siempre con muchísimo respeto.
B.
La
religión en el Tahuantinsuyo
Habiendo
efectuado este deslinde es pertinente referirse a continuación a las creencias
propiamente dichas de los indígenas. Las crónicas, obras históricas de los
siglos XVI y XVII, trataron de descubrir y penetrar el aspecto cultural que
encerraba el mundo mágico fantástico de los antiguos peruanos. Las fuentes nos
permiten extraer información no sólo abundante, sino riquísima como material
propio de la antropología filosófica y la ciencia etnológica.
En el caso presente y
para poder apreciar convenientemente aspectos de la religiosidad indígena,
combatida por los extirpadores de idolatrías, se hace necesario referirnos, en
apretada síntesis, a la estructura general de las creencias y convicciones
consignadas por cronistas, teólogos y religiosos españoles que
profesionalmente, como sacerdotes, estaban interesados en conocer lo más a
fondo posible las creencias religiosas y mágicas del pueblo que debían
cristianizar con la especial finalidad de destruirlas, igualmente, debían
penetrar en la vida interior o espiritual de cada hombre en su relación con
esas fuerzas invisibles que eran las que determinaban el orden del mundo, orden
que también reglamentaba su vida cotidiana a través de reglas de comportamiento
sumamente estrictas que se cumplían con toda rigurosidad.
Dentro del marco de la
religiosidad popular, hay que tener en cuenta que, pese al sentido político
unificador que dio el incario al vasto territorio, fue respetuoso de las
creencias ancestrales de cada etnia que era incorporada al Tahuantinsuyo.
Teniendo, pues, en consideración que el fenómeno de la religiosidad es variado
y complejo, en lo que sigue, sólo se atenderá a las prácticas más
generalizadas. Hay que anotar, sin embargo, que las que han sobrevivido hasta
el presente son, justamente, las más ancestrales, las que estuvieron vinculadas
a la vida comunitaria y que se originaron en el enraizamiento en un determinado
lugar, surgiendo de la relación hombre-tierra y hombre-agua.
Una idea
generalizada era la de que el universo estaba dividido en tres sectores: el hanan pacha, (mundo de arriba) el cay pacha (mundo visible de aquí) y el ucu pacha (mundo de adentro, de la
generación, de la corrupción y de la muerte).
En la
esfera del hanan pacha, cuyo elemento
era el fuego, le rendían culto al sol, a la luna, a las estrellas, al rayo, al
arco iris; todos considerados venerables. El cay pacha, el de los seres terrestres, estaba constituido por
hombres, animales, plantas, ríos y montañas, todos eran seres animados por
espíritus propios a los seres vivos; por eso se consideraba a la serpiente como
la madre de los ríos. Los elementos del cay
pacha eran la tierra y el agua.
Había un
canal de comunicación con el mundo de adentro (cavernas, cuevas, cráteres
volcánicos, y lo profundo de las lagunas, entre otras cosas) a través de la
llamada pacarina que significa
surgir, amanecer, el lugar de origen (sea un cerro, una cueva, una fuente
etc.). Esta idea está vinculada al modelaje en piedra que hizo Viracocha, en su segunda aparición en el
mundo, después de haber destruido a una primera generación de hombres que
vivían en la oscuridad, y de haber ordenado al sol, luna y estrellas que fuesen
al hanan-pacha. El modelaje en piedra
que hiciera Viracocha fue de diferentes
modelos de hombres y cada modelo, con características específicas, recibió la
orden de poblar en determinado lugar.
Así pues la pacarina era el
reconocimiento del lugar de origen asignado por Viracocha a las distintas etnias o grupos humanos que se fueron
asentando tempranamente en lugares específicos del despoblado territorio,
lugares a los que quedaron sagradamente vinculados a lo largo de cada historia
local. Hay que agregar que animales y plantas también están vinculados a
determinadas pacarinas.
Los mallquis (almácigo y momia) son
significativos en cuanto los indios consideraban que existía una relación
estrecha entre el cadáver y el germen de las plantas; pues así como hay que
enterrar a los muertos para que vuelvan a nacer los hombres, de igual manera
las semillas deben ponerse bajo la tierra para que surja la planta.
El inti o punchao, sol, y todos los seres del hanan-pacha influyen sobre los terrestres. El sol es padre no sólo
de cada uno de los incas, sino también de todo ser viviente en la tierra porque
está actuando continuamente sobre los seres que habitan el mundo. Por lo tanto
hay que rendirle culto, no sólo para que aparezca cada día sino porque permite
la vida, tener alimento, buenas cosechas y salud.
La quilla o coya, la luna, está íntimamente vinculada con el sol, del cual es
esposa y hermana –creencia que explica el matrimonio de los incas con sus
hermanas por ser descendientes directos o hijos del sol–. A la luna se le
reconoce una influencia directa sobre las mujeres, actúa de manera constante
sobre la vida orgánica de las mujeres y los animales hembras, por lo que las
mujeres debían rendirle un culto especial.
Oncoy o coyllur, las estrellas, actúan también sobre los hombres y los
animales y en las constelaciones distinguían figuras como la de la llama, el
tigrillo (chinchay); estas
constelaciones eran protectoras de esos animales.
Distinguían
una constelación con forma de fogón en la cual destacaban dos pequeños
hornillos y dos ollas: la coca manca,
es decir la olla de la coca y la sara
manca, la olla del maíz, constelación que se encargaba del cuidado o
protección de estas dos plantas, las más representativas de la flora mágica y
de la alimentación.
El culto a
los muertos es significativo en cuanto el mundo de adentro, tiene acción sobre
el mundo visible y viceversa. Enterrar un muerto era enviar un mensajero al ucu pacha. El mensaje está contenido en
su ajuar funerario constituido por cerámica y tejidos con representaciones
simbólicas mágico-religiosas. Su influencia sobre el cay pacha es directa sobre todo con la fecundidad, por eso hay que
venerar a los habitantes del mundo subterráneo para que permitan que las
semillas broten y que estén favorablemente inclinados para que esto se
produzca.
La
concepción de los tres mundos no puede ser entendida adecuadamente sin
referirnos a la creencia en un mundo mágico de espíritus. Viven en este mundo
visible aunque son invisibles e impalpables y se manifiestan a ciertas horas,
en ciertos días y bajo determinadas circunstancias. Sus residencias son
conocidas y en ellas se les encuentra e invoca para aplacarlos con ofrendas y
sacrificios. Los espíritus habitan en lugares determinados como cerros, cuevas,
lugares solitarios, manantiales, etc., pero también se transportan a otras
residencias, se alojan por ejemplo en una piedra pequeña que el creyente porta
consigo, o la coloca en el campo, en el techo de una casa, en una habitación o
en una hendidura. No se trataba de la adoración a un cerro o a un árbol. No era
el objeto en sí el motivo del culto y veneración, era que ese objeto tenía
dentro de sí un espíritu escondido.
Los
espíritus de la naturaleza son los que acabamos de mencionar, pero los
espíritus de los muertos sólo aparecen con el deceso de la persona humana
porque cada individuo tiene su espíritu –no en el sentido dualista de
alma/cuerpo– ya que sólo se presenta cuando el ser humano muere.
Es cuando
el espíritu sale del cuerpo y puede estar vagando, o salir de la tumba. Los
vivos tratan de que permanezca en el sepulcro porque si sale ejerce un poder maléfico. El pacarico se
hacía en la noche de la defunción o velorio y los llantos o lamentos duraban
cinco días, al quinto día, en otros casos a los ocho, se procedía a lavar la
ropa del fallecido. Era creencia general que el espíritu del muerto vivía por
un año, que era cuando se extinguía el duelo y luto, al igual que la
celebración de ritos y ceremonias, quedando al año cancelado todo compromiso
con el espíritu del difunto, y por último hay que referirse a que los espíritus
de los que no mueren se reúnen en determinados lugares solitarios a manera de fantasmas.
La
religión popular es una religión de espíritus porque el mundo está densamente
poblado de ellos y es a través de ofrendas y sacrificios que hay que aplacarlos
o mantenerlos como benefactores: el huasicamayo,
piedra colocada en el techo, cuida la casa y las habitaciones. El chajra-camayoc es el guardián del campo,
hace que la tierra produzca e impide robos.
Hay
también espíritus dueños del agua. Otros lo son de los animales silvestres y
también existen los que protegen a los hombres en la salud y en los amores. El
espíritu de la comunidad tiene jurisdicción más extensa que el espíritu
personal o el de la familia y lo constituye la huaca, que es el nevado o el cerro más alto, residencia del apu, espíritu guardián de la comunidad.
Se da una mítica relación de parentesco entre la huaca, el mallqui, momia
de un curaca remoto, y los hombres que habitan esa comunidad. Las huacas también tienen grados
genealógicos, como en el caso de los incas que están míticamente vinculados con
el sol, lo que quiere indicar que la antigüedad de sus ascendentes se remonta a
la segunda creación cuando Viracocha,
desde el lago Titicaca, ordena a los astros –el más importante es el sol, pues
es el que le dará luminosidad al mundo– fuesen a poblar el hanan pacha, pero al mismo tiempo modela distintos grupos humanos
que poblarán, cada uno, un determinado lugar en el cay pacha, privilegiando al grupo que se adjudicaría la zona del
Cuzco y que siempre se erogaría una genealogía solar. Así pues, en el caso de
los incas, la huaca de la cual ellos
devienen es el sol al cual considerarán, por los beneficios que otorga a los
hombres, ser digno de la mayor veneración y respeto. Sin embargo, otros grupos
étnicos de importancia y hasta los grupos menos destacados han de tener su
propio origen e historia que preservarán de generación en generación,
significados a través de su respectiva huaca
y mallqui, la momia más antigua de la
comunidad, siendo el curaca de turno el encargado de hacerla venerar y de velar
por los miembros de esa comunidad.
En esta
forma, enraizados en el pacha que
significa: espacio, tierra, lugar, sitio, y también, tiempo e historia, a
través de las pacarinas y huacas, se dio un sistema
espacial-temporal intrínsecamente unido que permitía dentro de la unidad la
pluralidad. La unidad en la creencia generalizada en las pacarinas y huacas y la
pluralidad en la aceptación de las que pertenecían o eran propias a cada
comunidad. Es decir, que en todo el territorio del Tahuantinsuyo se aceptaba
que cada grupo humano tenía su propia historia representada por la huaca local.
Esta
síntesis de las ideas y creencias, practicadas con profunda convicción por el
pueblo, ha de constituir la mayor oposición al proyecto de cristianización
constituido por las campañas de evangelización. La resistencia a la aceptación
de la nueva religión ha de ser atribuida por los españoles a la idolatría de los indios. Había por lo
tanto que extirparla, lo que significaba un intento de desterrar el cuerpo de
creencias, pero se hacía indispensable su conocimiento por parte del
extirpador. Es a mediados del siglo XVII cuando el sacerdocio español se
percata de lo profundamente arraigadas que estaban las creencias precolombinas.
Entre los extirpadores de idolatrías destacan el P. José de Arriaga
(1564-1622), Hernando de Avendaño (1577-1655) y el Dr. Francisco de Avila (o Francisco
Dávila), el más destacado de todos ellos.
Capítulo
II
Francisco
de Avila
1. Biografía
Francisco
de Avila (1573-1647) nació en el Cuzco de padres desconocidos, aunque Avila
insistió en que aun siendo expósito era hijo “de padres naturales de Castilla y
nobles aunque no conocidos”. Se le considera
mestizo por tradición, habiendo sido recogido por Beatriz Avila, de la cual
adoptó el apellido. Estudió en el Colegio de la Compañía de Jesús, en el Cuzco,
hasta 1592, año en que se dirigió a Lima para continuar sus estudios en San
Marcos, donde se graduó de Bachiller. Se ordenó en 1596, como dominico y ganó
por oposición el curato de San Damían de Huarochirí, del que se hizo cargo en
1597.
Avila era
perito en la lengua de los indios y conocedor de sus costumbres y en Huarochirí
se dio pronto cuenta de lo extendido que estaba la fingida religiosidad de los
indios. Avila actuó desde ese momento bajo una doble convicción: servir a la
Iglesia y servir a los indios, de quienes pensaba que extirpando sus idolatrías
les estaba proporcionando un servicio excepcional.
En 1607 es acusado por
los indios de su doctrina de cometer abusos, entre otras cosas, de pretender
establecer un obraje en su curato y de imponerles contribuciones exageradas;
permanece en la prisión eclesiástica por dos años y en 1610 queda absuelto en
el pleito de sus indios. Va a intentar
recuperar la consideración social, más aún, si se tiene en cuenta la ambición
evidente y legítima que existía en este mestizo erudito que poseía una de las
más grandes bibliotecas de Hispanoamérica. Era culto, inteligente,
especialmente dotado y a la vez emprendedor, tenaz en su firme propósito de
extirpar las antiguas idolatrías que –según Avila– conservaban los indios por
ignorancia y por natural apego a las creencias y prácticas de sus antepasados y
que debían ser reemplazados por el conocimiento de Cristo.
Avila
siempre mostró aspiraciones para la carrera eclesiástica pero ésta experimentó
serios tropiezos a partir del cuestionamiento y acusación de los indios. Fue canónigo
de la Plata y Charcas de 1618 a 1632 –que fueron años difíciles–. Vuelto a Lima
ya se habían borrado los recelos existentes y el cabildo lo acogió,
unánimemente, considerándosele como “descubridor de la idolatría en el Perú”.
Según Antonio Acosta, uno
de sus más penetrantes biógrafos, el hallazgo de idolatrías con que se
defendiera en el juicio que le plantearon los indios “fue en realidad una
especie de castigo que infligía a los indios por su demanda ... Lo que es
prácticamente seguro, no obstante, es que Avila no pudiera prever la dimensión
final que sus primeras acciones iban a terminar adquiriendo”[7].
Lo que
Acosta considera “prácticamente seguro”[8] es
muy discutible. La magna obra de Francisco de Avila es la de un ser humano
compenetrado en el conocimiento de dos culturas en enfrentamiento. Por eso se
vio existencialmente comprometido a decidir sobre una de ellas, pero su
quehacer como extirpador tuvo una dimensión que paulatinamente envolvió y
comprometió su vida desde una simpatía hacia el lado indígena. La penetración del mundo indígena así como su
afinidad y comprensión por los que adoctrinaba son evidentes, más bien habría
que concluir que vivió a horcajadas entre el mundo religioso precolombino y la
necesidad de lograr una armoniosa transposición de las creencias indígenas al
código religioso occidental que, por otro lado, era el imperativo apropiado al
comportamiento de un sacerdote católico.
2. Su obra
Avila
escribió varias obras, entre ellas “Tratado y relación de los errores, falsos
dioses y otras supersticiones y ritos diabólicos en que vivían antiguamente los
indios de las provincias de Huarochirí, Mama y Chaclla, y hoy también viven
engañados con gran perdición de sus almas” que data de 1608 y que ha sido y es
motivo de los más serios estudios filológicos, lingüísticos, históricos, etc.,
de peruanos (como José María Arguedas, Luis Valcárcel, Lorenzo Huertas Vallejo
y Juan Carlos García Cabrera) y de extranjeros (como Pierre Duviols, Gerald
Taylor, Kenneth Mills y Salomón Frank).
También escribió
una “Relación que yo el doctor de Avila, presbítero cura y beneficiario de la
ciudad de Huánuco hice por mandato del Arzobispo de los reyes acerca de los
pueblos de indios de este Arzobispado” (1611); otra “Relación sobre idolatría”
publicada por Toribio Medina, y un “Parecer y arbitrio del Dr. Francisco ...
beneficiado de Guánuco y visitador de la idolatría para el remedio della en los
indios de este Arzobispado” (1616).
Pero donde
se aprecia mejor las condiciones intelectuales de Avila es en las páginas
autobiográficas del “Prefación al libro de los sermones o homilías en la lengua
castellana y la índica general quechua”, incluido en el Tratado de los Evangelios impreso en Lima, en 1646-1648, en dos
volúmenes, de los cuales el segundo fue publicado después de su muerte. El
primer tomo consta de 564 páginas y el segundo tomo de 134 páginas.
Un
detenido examen de esta obra, un correcto análisis de cada uno de los sermones,
en su contenido y estructura formal nos permiten adelantar, en esta ocasión, algunos
conceptos generales y en particular referirnos al diálogo que establece con sus oyentes indios. Diálogo en el que
afloran las objeciones y el rechazo de los indios a la doctrina que él
procuraba impartirles, y que se constituye en valiosa fuente de información
ideológica pues establece una interesante discusión, una verdadera dialéctica,
entre teología cristiana y racionalidad indígena.
Capítulo
III
El
Tratado de los Evangelios
1. Aspectos
generales de la obra
El texto
bilingüe, a dos columnas, puede ser confrontado en su versión romance y quechua
(runasimi). Ambas versiones son
acabadas pues Avila dominaba a la perfección el quechua, el castellano y el
latín.
La
característica más destacable es el nivel intelectual que concede a sus
oyentes; los términos que utiliza como método de acercamiento emocional son
cariñosos, suaves, persuasivos, pero, sobre todo, conceden capacidad de
intelección a su auditorio.
Es también
interesante observar como procura situar a los indios en el tiempo y el espacio
del respectivo texto bíblico con cuya lectura está obligado, en cada semana o
fiesta religiosa, a iniciar su sermón. Les explica e interpreta el pasaje de la
sagrada escritura con claridad y al mismo tiempo con la maestría de un
historiador que posee un amplio panorama cultural.
Luego
vendrá el consejo moral, o sea la parte ética, la lección que pretende
desarrollar para modificar el comportamiento. Por lo común aluden a sus
idolatrías o a las prácticas en el comportamiento de un no creyente católico y
a las creencias que deben desterrarse. El final del sermón revisa las ideas
transmitidas y culmina en una invocación a la misericordia de Dios y a su
divina gracia.
Pero la singularidad de estos sermones, que es
la motivación del presente estudio, se da en el hecho de la inserción de un
diálogo con un posible opositor indígena y es allí donde gravita su profundo
conocimiento de la manera de pensar y de sentir de los seres humanos a quienes
pretende cambiarles su concepción religiosa.
2. La
singularidad en los sermones de Francisco de Avila
Siguiendo
la modalidad de los catecismos basados en preguntas del sacerdote y respuestas
del adoctrinado Francisco de Avila, en sus sermones, perfecciona el método que
se venía usando y establece un diálogo con un posible opositor indígena. Este
diálogo con el indígena puede ser decodificado y así los temas y cuestiones que
no son aceptados por la mentalidad indígena y que el mismo Avila presenta y
aborda de continuo pueden revelarnos las ideas, dogmas, o principios de la
teología cristiana que los indios no comprendían o rechazaban, pero al mismo
tiempo pueden informarnos con más detalle sobre aspectos fundamentales de la
mentalidad religiosa indígena en el siglo XVII.
Para una
mejor ilustración es pertinente presentar aquí el resumen de un diálogo
específico que expresa en sus ideas cómo los indios se sentían diferentes a los
españoles y por lo tanto no aceptaban ser ovejas
de Jesucristo.
3. Un diálogo
específico
El sermón del Buen Pastor. “Yo soy
el Buen Pastor y conozco mis ovejas”[9].
Avila
procede de la siguiente manera: Primero da lectura al texto del evangelio y
luego lo explica así:
Avila: Veamos ahora, qué quiere decir Jesús
diciendo que él es Buen Pastor?
Yo os lo
diré. Oidme con atención.
Jesucristo
quiere decir que nosotros somos las ovejas y ganado de Dios, criados, hechos,
alimentados, sustentados y conservados por él[10].
Después de
haber desarrollado estos aspectos informativos del Sermón pasa a la sección más
significativa: las objeciones que podrían formularle sus feligreses. Estas
objeciones aun cuando han sido elaboradas por el propio Avila representan las
argumentaciones críticas de los indios, y por esta razón procederemos a
considerarlas en boca de un interlocutor indio.
Indio: Quizás alguno de vosotros dirá ahora, padre
mío, los indios, no somos como los españoles, nosotros tenemos diferente
origen, y otro aspecto. Y siendo esto
así, no somos ovejas de Dios, ni el Dios de los españoles no es el nuestro;
porque nosotros desde el tiempo de nuestros progenitores, tenemos nuestros
ídolos, y sacerdotes.
Y demás de
esto, antes que aportasen acá lo españoles, había muchos de nosotros, y nos
aumentábamos sin número en la sierra, en las punas, en lo templado, en la
yunga, y en la costa del mar. Pues las
comidas como son el maíz, papas, quinua, occas,
carneros, paccos, era sin número y
medida, estaban los graneros del Inca embutidos de esto, y lo mismo era en las
troxes de los particulares.
Y entonces
no había ladrones, y las casas de los indios sin llaves; ... Pero después, que vinieron los españoles,
todos los indios se han hecho ladrones y rompen las cerraduras de las puertas
para hurtar.
Y de aquí
saco yo, que nosotros los indios, no somos una cosa con vosotros, y así no viene
bien que seamos ovejas de Jesucristo (Ibid.
p. 477).
Y esta es
la razón; porque nosotros los indios somos cristianos en solo lo aparente ...,
que nuestro pensamiento, y corazón en solo los ídolos está; porque con ellos
nos iba mejor ... y nuestras heredades y chacras se lo han tomado los
españoles, y el hilar, tejer, y hacer cumbis es solo para el corregidor.
...
¡Oh padre
mío! yo te lo suplico; ¿dime todo esto, que he dicho no es pura verdad? No es
cosa que se pueda contradecir.
Avila: ¡Oh hijo mío! cuánto gusto me ha dado todo
esto, que has dicho ... La causa es porque me has descubierto tu corazón y
concepto.
...
Mira, todo
cuanto has dicho, verdadero parece, y que no tiene duda, siendo todo error (Ibid. p. 478).
...
Oye ahora;
porque esto no es cosa de momento. Oye pues: Siembras un grano blanco de maíz
viene a hacerse choclo; ¿no sueles ver en ese choclo, que aunque todos esos
granos son blancos, acontece, que hay algunos negros, pardos ó morados? ... así
los descendientes de nuestros primeros padres que fueron blancos sus
descendientes son unos pardos, otros negros y otros blancos.
Todo lo
que me has dicho después de vuestras desgracias por la venida de los españoles
...
Oidme pues
ahora. Todo cuanto hay y pasa, vida, muerte, aumento, disminución, tener salud,
enfermedad, ... todo es y se funda en la voluntad de Dios, y así cuando él
quiere, una nación sujeta a otra: y otro día viene a ser vencida, la que ahora
prevaleció ... Pero es muy cierto, que
muchas veces ha consumido, y asolado, reinos, y provincias, por sus pecados (Ibid. p. 479).
Y así por
sus pecados antiguos empezó a castigar a los incas, ... quitándoles las vidas
... Y los españoles fueron para esto como alguaciles y ministros de Dios.
Y si no
había ladrones ¿esto porqué? Porque el Inca, aunque fuese pequeño el hurto, lo
castigaba con pena de muerte o con cruelísimos azotes.
Y en aquel
tiempo tenían los indios grandísimo trabajo pastoreando el ganado del Inca,
criándolo, hilando para su vestir, ... cultivando las chacras, llevando el maíz
y papas de muy lejos al Cuzco, así para él, como para la gente de guerra (Ibid. p. 480) ... y todo esto sin paga,
y si no lo hacían los castigaban ¿cómo?: hasta darles muerte.
¿Esta vida
mi hijo, llamabas buena vida?
¡Oh hijos
míos! es cosa sin duda, que todos somos hechura de Dios, y ovejas y ganado de
Jesucristo ... y él es nuestro verdadero pastor ... esto para llevarnos a la
bien aventuranza, a patria donde no hay muerte, y en vuestra vida disparatada,
el demonio es vuestro pastor, para llevaros con engaño al infierno.
Creed esto
que os he dicho de todo corazón, renegad del demonio, del maestro de idolatría
... Seguid sólo a Dios y a Jesucristo que es el que sin engaño nos busca. El
nos da en esta vida su gracia y en el cielo la gloria (Ibid. p. 481).
Este
sermón nos permite constatar el estilo peculiar de Avila; se trataba de
entablar una discusión teológica con los indios, por eso incluye en su sermón
un diálogo utilizando los argumentos con que los indígenas refutaban las
verdades de fe de los cristianos que él como extirpador de idolatrías conocía
muy bien.
Este
método de exposición de Avila, en nuestra opinión, es peculiar y lo utiliza con
la convicción de que era la mejor forma de extirpar las antiguas creencias
religiosas de los naturales.
Queremos
relievar que la metodología usada por Avila, si bien es cierto utiliza las
buenas razones argumentadas por los indios, las convertirá en “verdades
aparentes” concluyendo tajantemente en que todo es un error.
Así, pese
a la objetividad de las razones dadas por los indios, Avila las va a negar, no
aceptando ninguna de ellas para luego exponer e imponer, a través de su
enseñanza del evangelio, las concepciones de la cultura occidental y del
cristianismo como las únicas verdaderas y, por supuesto, sostener que eran
superiores a las de la cultura indígena.
Capítulo IV
Temáticas
y problemáticas
1. Temáticas
y problemáticas generales abordadas por Avila en el Tratado de los Evangelios
En esta
parte del estudio se examinará en sus grandes rubros temáticas y problemáticas
reiteradas por Avila a lo largo de su obra.
Están
referidas a cuestiones sobre la idolatría, Dios, el mundo y el hombre que son
vistas desde la perspectiva cultural occidental y aunque Avila consigna valiosa
información, de la réplica u oposición planteada por el indígena a cada una de
las cuestiones propuestas, lo va a hacer sólo para negarlas rotundamente. Las
coincidencias culturales que se dan y que aparecen como obvias para el lector
contemporáneo no son vislumbradas por nuestro autor, quien parece más bien
manejado por una lógica absurda basada en el principio de negar todo lo
ancestral y gentilicio por valioso que fuere o que se encontrase fundamentado
en la realidad objetiva.
Se trata
de un diálogo entre Avila, representante de la cultura occidental, y los
indígenas que explican, defienden y dan serias razones del por qué de su
rechazo a la nueva religión.
Imaginemos
a Avila en un diálogo con los llamados idólatras
y presentemos argumentos y razones de los dos bandos. El atento lector podrá
aquilatar el mensaje de nuestros indios en el siglo XVII, diálogo que sin
grandes esfuerzos podría trasladarse al presente.
Ubiquémonos, pues, en
una modesta parroquia de un pueblo perdido en nuestras serranías, donde el
párroco imparte la doctrina a sus feligreses después de haberlos confesado.
Sólo queda
por agregar que este intercambio de ideas, entre las concepciones occidental e
indígena, se basa en el Tratado de los
Evangelios.
A.
Diálogo
sobre la idolatría
Avila: ¿Ya habéis dejado la idolatría?
Indio: Padre mío verdad es que allá en mi pueblo a
veces acudo a lo que me dicen los viejos.
Avila: Pues hijo eso es estar ciegos que si tu alma
no lo estuviera, echaras de ver, que el cerro, la nieve y el río no son capaces
de adoración (Avila, 1646, Tom. I, p. 162) ... Pues siendo esto así, cuando
algunos adoran la piedra, la tierra, el cerro, a las estrellas, a la luna, al
sol, al arco del cielo;
¿qué
hacen entonces? Están locos dando de ojos como embriagados caen como ciegos (Ibid. p. 523).
Indio: No padre mío, que tal vez en todo eso caigo.
Avila: Pues eso hijo mío es estar ciega tu alma ¡Oh
hijo! que si Dios no te libra de esta ceguedad vas derecho al infierno, y como
ciego pierdes el camino.
Indio: Pues padre, ¿qué he de hacer para librarme de
eso?
Avila: Lo primero que creamos de veras en Dios y
sigamos a Jesucristo (Ibid. p. 162)
el Dios en quién hemos de creer, a quién hemos de adorar y obedecer.
El Dios
que vosotros teníais ¿qué Dios era? Una vil piedra, una ccaullama, un cerro, una fuente, y la nieve, un cuerpo muerto cuya
ánima está ahora con los demonios en el infierno. Estos eran vuestros dioses:
esto adorabais engañados del demonio (Avila, 1648, Tom. II, pp. 71-72).
¡Oh gran
señor!, no como los dioses, que adoran estos miserables indios, que son dioses
falsos, inventados por ellos y tan de burla, que son piedras, cerros y la misma
tierra ... No echáis de ver que los indios y los demás gentiles (por veros ...
arrodillado lavando y enjuagando los pies a los pobres) dirán, que os ponéis en
esto porque sois inferior al hombre, y os negarán la adoración y respeto (Ibid. Tom. I, p. 416).
Avila: Veamos ahora, si vos sois cristiano de Dios.
Indio:
Sí padre, yo conozco a Dios y a
Jesucristo y oigo misa y me confieso cada año, y algunas veces en la semana
santa me azoto.
Avila:
Todo eso hijo mío es muy bien. Pero sin
mentir dime una verdad. ¿Cuando haces todo esto y caes enfermo, sueles
consultar a los maestros de idolatrías, para saber de éstos si cobrarás la
salud? ¿Y en ejecución de lo que te mandan hasles dado el cuy, para sacrificar
a aquel o al otro, que te dice, que enojado contigo te causa la enfermedad? ¿Y
haste hecho fregar el cuerpo con maíz molido, para arrojarlo donde se
encuentran algunas aguas? ¿Y demás de esto, cuando llega la fiesta del ídolo
principal del pueblo, ayunas como lo mandan tus sacerdotes, sin dormir la noche
entera, haciendo todo lo demás? Mira habla la verdad, no te avergüences de mí.
Indio: ¡Oh señor padre! La pura verdad me dices. Sí
señor, sí lo suelo decir: porque esto es conforme a mis mayores, y origen, y
nuestros viejos, y sabios nos dicen, que esto no se ha de dejar pena de morir y
acabarnos, y que no lo haciendo, los sembrados no se logran, y las heladas los
destruyen, y que así no se puede omitir esto, aunque sea en oculto, porque el
padre no lo sepa, y que bien es ir a la iglesia, confesarse, sin manifestar lo
dicho. Por eso no es pecado (Ibid. p.
512).
Avila:
Mira el enfermo es razón que sea
curado, que para eso crió Dios muchas medicinas, unas de hierbas, otras de piedras
y de aceites, unas para bebidas, otras para unturas, con eso tal debemos
curarnos. Pero invocando los ídolos y a nuestros progenitores de ninguna
manera; porque es cosa de burla y locura.
Indio: ... Pues padre vosotros los cristianos no
llamáis también para que os dé salud a Santa María, San Pedro, San Francisco y
otros Santos? Pues siendo esto así ¿por qué no haremos nosotros lo propio con
nuestros progenitores?
Avila:
Yo os lo diré ... Así es, y la verdad
decís en que nosotros los cristianos hacemos eso: ..., veneramos al Santo y le
rogamos que él ruegue a Dios nos la dé ...
Pero vosotros no lo hacéis así, antes decís: mi abuelo o mi padre, me
causa esta enfermedad y a él le adoráis, y pedís la salud y esto es gran error.
Por dos razones, la una porque adoráis á aquellos, que están en el infierno con
el demonio. La otra; porque les pedís a ellos la salud no teniendo virtud para
ello (Ibid. pp. 272-273).
Indio: ... Quien nos puede decir: nosotros no somos
de seguir lo que los españoles creen, que eso, que enseñan ellos, es bueno sólo
para ellos, porque con eso siguen la doctrina de sus mayores, pero nosotros
tenemos otro origen, y por tanto a Jesucristo, y lo demás, que dicen lo hemos
de creer, y hacer de cumplimiento, para solo decir, que somos cristianos,
porque no nos azoten. Que lo que hemos de adorar no ha de ser otro, que lo que
nos enseñaron nuestros mayores, el sol, la luna, las cabrillas, el cerro, y
nuestro ídolo mayor, los cuerpos muertos de nuestros antepasados; la mama zara, la ccaullama, y las cconopas:
esto es lo que se debe adorar (Ibid.
pp. 548-549).
Avila: ... Pues mira, que eso, que has referido con
todo lo demás de los antiguos, es traza del demonio, para hacerse adorar a sí
mismo con ello, y para que la gente no honre a Dios, y con esto se condene (Ibid. p. 512).
... Si,
claro está. ¿Tenías más gusto de cuanto estabais haciendo taquies, borracheras
y adorando ídolos? No. Pues bien viene, y vosotros sois por quién dijo Dios;
vengan aunque no quieran ... que fue decir: oigan lo que se les predicare, ...
Pero mira, que decir Dios, que aunque no quieran entren en su casa, en su ley y
fe; no es para que ninguno sin querer, y sin su voluntad, sea cristiano porque
esto no lo quiere Dios contra el libre albedrío del hombre (Ibid. Tom. II, p. 39).
B.
Diálogo
sobre Dios, mundo y hombre
a. Sobre Dios
Avila: ... quien se quiere salvar y llegar a Dios,
forzosamente ha de saber y creer qué cosa es Dios y quién es Dios y como crió
lo visible, y lo invisible, y como se hizo hombre, y lo parió la Virgen Santa
María, como murió y resucitó, subió a los cielos, y como ha de volver a juzgar
a todos, y que para esto han de resucitar los muertos, y que ha de echar al
infierno a los malos, y llevar al cielo a los buenos.
... Esto
que decimos Dios ¿Dios que cosa es? ¿Sabéis que es?. Ninguno lo sabe cumplida,
y ajustadamente. Pero sabemos que Dios es un señor poderosísimo, y que nadie
puede prevalecer contra él, ni contradecirle, y que todo lo hinche, y todo lo
cría, y a todo da vida, y que el cielo y la tierra lo hizo de nada. Y luego
sabemos, que este Dios no tuvo principio, y que es, y tiene ser de sí mismo,
esto sabemos, porque él nos lo ha revelado (Ibid.
Tom. I, p. 58).
... Y vos
señor, que los criasteis todo y esa hermosura de los cielos, sol, luna y estrellas,
y que con un soplo lo podéis convertir en nada ... ¡Oh gran señor!, no como los
dioses que adoran estos miserables indios, que son dioses falsos inventados por
ellos, y tan de burla, que son piedras, cerros y la misma tierra que huelle (Ibid. p. 416).
Siendo
esto así ¿Quién no reverencia a un Dios tan poderoso? ¿Quién no le obedece? y
¿Quién no le sigue? (Ibid. p. 288).
Dios
solamente es verdadero, y que nunca dice lo que no hay: que todos los demás,
aunque muchas veces traten verdad, muchos no la dicen ... Todos mienten (Ibid. pp. 463-464).
Dios
nuestro señor, por su infinita bondad, y misericordia quiso, que el hombre no
se perdiese y hacerle participante de su gloria, poniéndole en el cielo entre
los ángeles, en lugar de los que de allá por su soberbia fueron desterrados, y
hechos demonios.
Pues para
obrar este remedio del hombre, fue necesario que hiciese como un edificio, como
casa donde estuviesen los que habían de acudir a esta obra de la salvación de
los hombres. Esta casa fue primero formada de muchos varones santos, ... que
predicaron, y enseñaron a los hombres de aquel tiempo.
Pero
aunque esto era así, ninguno entraba de los muertos, en el cielo: hasta que el
mismo hijo de Dios se hizo hombre, y él propio renovó esta casa, y edificio,
siendo él mismo el fundamento de ella, enseñando, predicando y haciendo
milagros, venciendo al demonio, que se había hecho señor y lo venció muriendo
en cuanto hombre en la cruz ... (Ibid. Tom. II, p. 52).
Pero antes
de morir escogió para este mismo edificio otros, que quedasen en su lugar, y
fuesen como las paredes del que enseñasen lo que él había enseñado, y estos
fueron los apóstoles ... (Ibid. p.
53).
Pues
veamos ahora, estos que así llamó para vencer al demonio, y quitarle de las
garras al hombre, qué gente eran? ¿Eran letrados, sabios, valientes o ricos?
No sino
unos pobres, los más pescadores.
Indio: Pues porqué escogió este género de gente,
Cristo nuestro señor?. No fuera más acertado escoger letrados, sabios, ricos y
gente que estimara el mundo. Para que
así hicieran caso de ellos ¿No lo han hecho, y lo hacen así todos los reyes y
grandes señores?.
Avila: Mira esa es la sabiduría, y poder de Dios
...
Pues mira
ahora, tenía el demonio enredado todo el mundo con mentiras, con engaños, había
hecho creer a los miserables hombres en casi todas las naciones, que el sol, la
luna, las estrellas eran Dios, y que se debían adorar, y otras cosas muy
inferiores, como es la tierra, la nieve, el agua, el maíz, y otras mil cosas,
que aún hasta ahora vosotros adorabais, y estaba hecho el demonio señor de
todos, y los mandaba, puesto en los corazones de todos (Ibid. p. 54), y encastillado allí, como en una fortaleza.
Estos
hombres así engañados del demonio, defendían la mala doctrina, que les había
enseñado, y a los que decían contra ellos los castigaban, y los mataban.
... Pues
mira. El mismo Jesús hijo de Dios, no quiso venir poderoso, con majestad,
rodeado de ángeles, y haciéndose temer, antes hecho un niño tierno, hecho
hombre pobre.
Y luego
¿qué armas trajo? Su doctrina, su predicación, su enseñanza, su paciencia, y su
buena vida ¿Y qué soldados y gente de guerra? ¿Y qué capitanes? Los capitanes
fueron sólo doce ... Y estos fueron unos pobres pescadores ...
Indio: Pues padre mío, volvamos otra vez a lo pasado:
¿por qué escogió esta gente pobre, y no ricos ni poderosos? (Ibid. pp. 55-56).
Avila: ... Porque esa es la sabiduría de Dios y ese
es su poder. Que cuando quiere con un soplito, deshace los montes, vence los
fuertes, y derriba las fortalezas, y con esto luce más su poder ... y como
conquistó el mundo con doce pobres pescadores, y gente sin riqueza, ni poder.
Veis ahí un ejemplo de toda verdad.
Otro
ejemplo sea de aquí de vuestra propia tierra y de vosotros mismos, oidme con
atención; porque os holgaréis de saber lo que os dijere.
Oid pues.
Este año de mil seiscientos y cuarenta y ocho, hace ciento y veinte y tres
años, que trece españoles solos, que fueron don Francisco Pizarro su capitán y
otros dieron principio a la conquista de esta tierra desde la isla del Gallo, y
Gorgona, que fue el año de mil quinientos y veinte y cinco[11] (Ibid. p. 56).
... Allí (en
Cajamarca) cien españoles a pie, y sesenta a caballo no más, viniendo el Inca
con cincuenta mil hombres armados, lo prendieron, y mataron muchísimos indios (Ibid. p. 57).
Y por aquí
se dio principio a conquistar, y sujetar tanta muchedumbre de gentes, y
provincias, que no se pueden contar. De manera que muy pocos españoles
vencieron, y rindieron tanta gente. Pues, esto, mira, fue y lo ordenó Dios así,
para que lo conociesen los indios, y para sacarlos de la esclavitud, y
servidumbre del demonio.
Veis aquí
como Dios cuando quiere con un soplo, con una nonada vence, desbarata, deshace,
y vuelve a hacer lo que quiere, y en eso conocemos su gran poder.
Indio: ¿Padre todavía no me habéis declarado de todo
punto porqué escogió Cristo señor nuestro estos pobres?
Avila: Escogió Dios, diré, lo que el mundo tenía por
bobería, y necedad, para confundir con esto a los sabios, y a los flacos del
mundo escogió para vencer lo fuerte, y lo abatido y menospreciado, y lo que
parece que es nada para destruir, lo que parece mucho, para que en su
presencia, no se ensoberbezca hombre alguno.
... Dios
escogió pobres y gente que sabía poco, para que predicasen el santo Evangelio,
y para echar al demonio, que tenía engañados a los hombres (Ibid. p. 58).
Pues esto
que es pura verdad, es muy difícil para que lo entendáis así. ¿Por qué es
difícil? Yo os lo diré. Porque ustedes dirán ahora:
Indio: Pues padre antes que conocieran los incas
nuestros reyes, a Jesucristo, ni nuestros padres, y mayores conocieron a Dios:
¿los pescadores de la mar, y de los ríos, ¿no cogían pescado? ¿Y los
labradores, y todos los indios, no sembraban, y cogían maíz, quinua, papas,
frijoles, yucas, y todo lo demás? Pues entonces no era esto; porque lo hiciesen
en nombre de Jesucristo.
Avila: Pues mira eso mismo que vos decís, es causa de
alabar más, y más a Dios, porque es tan piadoso, y tan grande su piedad, que a
los que no lo reconocen, ni adoran, (Ibid.
p. 59) ni tienen por Dios señor, y criador de todo, les sustenta ... ¿No lo
veis claramente en que cuando sale el sol alumbra a buenos, y a malos, y cuando
llueve así moja, y humedece la tierra, y chacras de unos como de otros? ...
Y si los
malos no quieren conocer esto, ni adorar, y servir a este gran Dios: en
muriendo, irán a las penas infernales, donde cuanto comieron y bebieron será
para mayor tormento (Ibid. p. 60).
Indio: Cuando Jesucristo dijo yo soy luz del mundo
... ¿Es Jesucristo ese sol?
Avila: No hijos míos, no es Jesucristo el sol, antes
es él quién crió e hizo el sol.
Indio: Pues ¿cómo dice yo soy quién alumbra el mundo?
Avila: Yo os lo diré: Jesucristo diciendo, que
alumbra el mundo, no quiere decir, que alumbra esta tierra, que hollamos y
vemos.
Indio: Pues, ¿qué?
Avila: A la gente, que vive, y está en él como si
ahora dijéramos: El Inca sujetó toda la tierra; que entonces no queremos decir
que sujetó el suelo.
Indio: ¿Pues qué queremos decir?
Avila: Que sujetó a la gente que estaba en ella (Ibid. Tom. I, p. 326).
b.
Sobre
mundo
Avila: No a siete mil años cabales, que Dios crió
los cielos, y la tierra de nada; porque entonces no había nada de esto. Pero
Dios siempre lo hubo.
Indio: ¿Qué quiere decir siempre? ¿desde cuándo?
Avila: ¿Desde cuándo preguntas? Desde cuando no lo
sé, (Ibid. p. 416) no se puede decir:
porque Dios es, y ha sido sin principio; ... todo (lo pasado) es como un día,
para decir, cuanto hace que Dios es.
Indio: Pues padre ¿cuánto hace?
Avila: No hay cuando, es sin principio, que en otro
término se dice es eterno, que nunca tuvo principio.
... y por
eso ninguna cosa es Dios, porque todo lo demás tuvo principio, como los cielos,
la tierra, y cuanto en ellos hay (Ibid.
p. 417).
Indio: ... Pues antes de criar esto Dios ... por no
haberlo criado, ¿era pobre, o que le hacía falta algo de lo criado?
Avila: No, de ninguna manera, tan rico, y poderoso
era como ahora, la misma gloria tenía; ... siempre ha sido poderoso, rico,
omnipotente, y cuando todo se consumiera y se acabara y no quedara cosa en pie;
había de ser por su voluntad, y entonces no le hacía falta a Dios, ni por eso
fuera pobre (Ibid. Tom. II, p. 45).
Indio: ... Pues ¿Dios en cualquier obra que hace es
capaz de cansancio? ¿cada día no obra cosas nuevas y cría tantas criaturas en
las entrañas de las mujeres? y por su orden y mandato ¿no anda el sol y sale
cada mañana? y ¿aparece la luna y resplandecen las estrellas cada noche, vienen
las lluvias cada año, y todo se sazona, y madura, se agota, revive y muere?
¿Esto y mucho más haciéndolo Dios es así que se cansa?
Avila: De ninguna manera se cansa obrando cuanto
hay en el universo, dándole vida y causando la muerte, y no dando lugar a que
paren los cielos, y su movimiento.
Indio: ¿Pues cómo, o por qué razón no se cansa?
Avila: Porque es Dios y Dios tiene fuerzas
infinitas.
Indio: ¿Todo este mundo inferior y el superior y cuanto
en ellos hay como lo obró? ¿Quién le
ayudó? ¿De dónde lo sacó?
Avila: Todo esto le dio ser de la nada, con solo su
querer, y lo hizo, lo acabó y hermoseó, y ahora prosigue sustentándolo y eso es
fe católica, y que forzosamente se ha de creer así (Ibid. Tom. I, p. 277).
Indio: Pues padre todo eso hace más fuerte mi
dificultad ¿Cómo me dijistéis, que Jesucristo se había cansado? siendo así que
se cansó luego no es Dios (Ibid. pp.
277-278).
Avila: Hijo parece que dices razón, que concluye.
Pero no lo es. Te lo daré a entender, si me oyes con atención.
...
Jesucristo es verdadero Dios, y verdadero hombre, que siendo hijo de Dios se
hizo hombre en el vientre de la Virgen María ... haciéndose hombre ... sin
dejar de ser Dios, y así en cuanto tal hombre fue niño, muchacho y hombre
perfecto, y comía, bebía, dormía, y se cansaba, lloraba y aún llegó a morir.
Todo
eso pasó Jesucristo en cuanto hombre ... se cansó, de manera, que fue en cuanto
hombre, habiendo caminado (Ibid. p.
278).
Pero quizá
diréis ahora.
Indio: Si los vientos, y la mar obedecieron (a
Jesucristo) luego, sin duda que tienen oídos y en el sermón pasado ... nos
dijistéis lo contrario hablando del sol, y de la luna ¿pues cómo ahora decís
que la mar y vientos oyeron?
Avila: Mira aunque yo lo he dicho así ..., con
todo no es porque oyen, ni tienen oídos, porque eso sólo es para que entendamos
que a la voluntad de Dios aún lo insensible obedece. Pero solo el hombre que es
de duro corazón aunque Dios lo llame mil veces, no le responde (Ibid. p. 130). Mira hijo mío este sol,
que nos alumbra, y la luna, y estrellas no oyen, ni ven, ni entienden, y por
más que gritéis no te pueden oír.
Indio: ¿Y esto por qué razón?
Avila: Porque todo esto no es cosa que tiene vida,
aunque es tan hermoso y resplandeciente ¿No veis un espejo? ¿No está muy liso y
bruñido y resplandeciente? ¿Ese si le hablaráis oiríaos? De ninguna manera.
Indio: ¿Pues porqué?
Avila: Porque no tiene vida.
Indio: Padre mío así es del espejo: Pero el sol,
luna (Ibid. p. 101) y estrellas no
son así, ¿porqué a todos estos no los vemos andar cada día y cada noche?
Avila: Mira hijo aunque eso fuese así no son
vivientes.
Indio: ¿Pues cómo andan si no lo son?
Avila: Mira que tampoco andan, porque yendo de aquí
allá van llevados ¿No sabéis cómo? Si tú fueras ahora de aquí a otro pueblo
sobre una carreta, yendo la carreta tirada de los bueyes, ¿vas tú por tus pies?
claro es que no, porque ellos llevan, y tiran la carreta que te lleva: lo mismo
pasa con el sol, luna y estrellas. ... el sol, las estrellas y luna formados,
en una tela azul tirada y extendida, ... ellos mismos no se mueven, ni andan,
tampoco sino con aquella tela azul que es el cielo. ... y cuando llega el sol así traído al medio
del cielo, decimos que es medio día, y cuando ha dado toda la vuelta, y se
esconde, decimos que es noche.
Indio: Entonces ¿dónde se esconde? ¿dónde se oculta?
Avila: ... ni se oculta, ni se esconde, sino que
por debajo viene dando vuelta con el orbe del cielo alumbrando y calentando (Ibid. p. 102) otras tierras ...
Pues
en este ejercicio están comúnmente sin cesar estos cielos llevando consigo al
sol, luna y estrellas.
Indio: Y cuando así andan ¿quién los mueve?
Avila: Un Angel, un valiente de Dios quién lo tiene
mandado, él solo lo mueve todo.
Indio: Y ¿para qué lo mueve?
Avila: No mas de para alumbrarnos y calentarnos, y
dar vida a todo, fomentándolo como es el maíz, trigo, y árboles, y los
cuadrúpedos y a los peces del mar, y todo lo demás.
Y aunque
esto todo sea así: ese sol, luna y estrellas no viven, no tienen ojos, oídos
pies, ni manos, ni comen.
Pues
siendo esto así: de ninguna manera se deben adorar: porque por más que grites
no te han de oír (Ibid. p. 103).
Indio: Y demás de lo dicho, vos padre, no habéis
referido ... ¿qué una estrella caminando delante de los reyes los guiaba, y
llevaba, y que en llegando donde estaba el niño Jesús, paró, y no anduvo más?
¿No dijistéis esto hace poco? ¿Pues cómo dices que las estrellas ni entienden,
ni andan? (Ibid. p. 104).
Avila: ... Aquella estrella no fue como son las demás:
porque las demás no se mueven solas de por sí.
Indio: Padre no me digáis eso. Contra lo que yo he
visto muchas noches, que es correr una estrella y demás de esto, cuando me han
hurtado ... consultando yo al sabio ... me suele decir, que hacia aquella parte
que voló la estrella llevaron el hurto y que hacia allí vaya yo en su busca y
lo hallaré: y creyéndolo lo he hecho, y hallado: Pues como padre decís que las
estrellas no vuelan, ni se mueven?
Avila: Yo te lo diré hijo, óyeme con atención: eso
que vuela no es estrella.
Indio: ¿Pues qué es?
Avila: Cuando la tierra vaporiza calentada del sol,
se levantan nubes y también de la mar, estas se levantan a lo alto llevadas del
aire, y allí juntándose se refriegan, y aprietan, y toman calor, y se
encienden, y encendidas revientan y en reventando parten aquí, y allí, como una
saeta, hasta que aquel fuego se consumió, y así se pierden, se consumen, y se
acaban, y esto es lo que tu llamas estrella, y tu crees lo que te dice el viejo
y vieja mentecatos, y sin entendimiento, y dices que es estrella; y buscando lo
hurtado a veces das con ello, y otras veces no, y lo mismo sucediera cuando no
los hubieras consultado (Ibid. p.
107).
Indio: Pues padre ¿cómo no nos das a entender una
cosa de mucha dificultad? Los incas, y reyes
antiguos, para haber de adorar al sol, no le fabricaron una casa, y templo en
el Cuzco, y allí no le sacrificaban con cuyes, y carneros blancos, y le
quemaban maíz blanco, y daban a beber chicha blanca diciéndole ¡oh sol señor
poderoso de barbas rubias, dame vida, porque tu eres el padre y criador de
nosotros los incas! y le suelen poner chicha blanca, para que beba en una
vasija muy grande de oro, poniéndola en la casa del sol, para que por una
lumbrera entrando el rayo diese en el vaso, y entonces decían, ya bebe nuestro
padre el sol: siendo esto así como decís lo contrario? (Ibid. p. 103).
Avila: Este sol que miramos, a vuestro entender,
¿qué tan grande será? ... Pues sabed, que ese sol es mayor, que toda la
redondez de la tierra, y mar ciento y sesenta y cinco veces; y el ser tan
grande lo saben, y entienden muy bien los filósofos. Siendo tan grande ¿si
comiera con que se satisfaciera? ¿Con uno, o con dos, o tres carneros de la
tierra? Esto es cosa de burla (Ibid.
p. 106).
El
que oye, ve y lo entiende todo, y el que lo cria y le da fondo y fin con su
propio poder y fuerzas, sin ayuda, ni amparo de otro es solo Dios (Ibid. p. 105).
c. Sobre
hombre
Indio: ... Bien está, pero nosotros los indios no
somos hechuras de Dios como los españoles, que nuestro origen es diferente. Una
parcialidad de indios tuvo origen de una cueva, y los progenitores, y cepa de
otros salieron de unos huevos, y otros de una laguna, que siendo esto así
padre, todo lo que habéis dicho, no cuadra para nosotros.
Y además
de esto nosotros los indios, tenemos diferente aspecto, y color, y carecemos de
barbas, y los españoles son blancos, y parte de pelo negro, parte rubio, y la
lengua, e idioma diferente. Por estas razones, ni lo que predican los padres,
ni el Evangelio, hablan con nosotros, y esta es la razón, porque no creemos eso
y por que no somos cristianos de corazón, que la verdad es, que de solo temor
de vosotros los padres, parecemos cristianos (Ibid. p. 297).
Avila: ... Todos los hombres de cualquier color que
sean, son hechura de Dios, porque cuanto vuestros mayores, dijeron contra esto
es burlería, diciendo que salieron de aquí, y de acullá (Ibid. p. 547).
... es
necesario, que primero entendáis, que no son sólo los indios, los que han dicho
esto, que antiguamente así lo decían otras naciones.
Son
innumerables los que en esto erraron, y que dijeron varias cosas del origen de
los hombres, y las enseñaron. Y en esta tierra, en todas las provincias
refieren diferente origen los naturales de ellas, los ccollas dicen uno, los aymaras
otro, y los incas lo propio, y todo es cosa ridícula, (Ibid. p. 297) cuentos y
fábulas, sueños y errores, y cosas de hombres sin juicio.
Lo cierto,
y sin duda es, lo que está en la Escritura Divina acerca del origen de los
hombres.
Indio: ¿Pues qué dice allí?
Avila: Que de un varón llamado Adán, y una mujer
Eva (hechos de barro) proceden todos los hombres, blancos, negros, pardos, de
pelo rubio, o negro, altos de cuerpo, o pequeños; y las mujeres lo propio; ...
pero las ánimas de nada las crió, y puso en los cuerpos, y así tuvieron vida, y
de estos empezó a propagarse el género humano, esto es verdad infalible, y que
no se puede ir contra ella ... y así somos hermanos el negro, el indio y todos
los demás ... (Ibid. p. 298).
Indio: Padre declaradnos eso, más claramente.
Avila: ... oídme con atención ...: En el mundo hay
mucha gente, unos de color blanco, que llamáis viracocha, otros de la china ...
Pues todos estos son llamados de Dios para que se salven creyendo en él ... (Ibid. p. 146).
De aquí se
sigue, que lo que poco a dijiste, de que el indio tiene diferente origen, que
el español, es cosa de burla, porque todos le tenemos igual (Ibid. p. 298).
Indio: ... Padre, aunque los oyentes somos indios,
entendimiento y sentidos tenemos; y siendo así, ¿cómo nos queréis persuadir, a
que somos hechos de barro? veamos ¿ésta mi carne es barro? El barro no tiene
sentido, ni le puede doler nada, ni aunque lo hieran o aporreen, se puede
quejar; ni el frío le da pena, ni el fuego y ni come ni bebe. Pero yo soy hecho
de carne y así todo lo dicho lo siento, y con las cosas blandas, dulces, y
regaladas, ella tiene contento, y le saben bien. Pues siendo esto así padre,
claro es, que no soy hecho de barro, ni vos me tratáis verdad.
Avila: ¡Oh hijo mío!, bien has discurrido, pero con
todo eso, lo que tú dices, no lleva camino; porque yo, y tu, somos sin duda de
tierra, y el rey, y cualquier señor, es lo propio, y esto es cosa certísima por
dos razones (Ibid. p. 165). La una
porque el mismo Dios lo dice en la Escritura ... La otra razón es, que nosotros
mismos vemos cada día, como somos tierra. Los incas, y reyes antiguos, y
vuestro padre cuando murió, en corrompiéndose los cuerpos, ... ¿en qué se
convierten? ¿en oro, o en plata, o en qué? Decidlo vos propio.
Indio: En tierra ...
Avila: ... Acuérdate hombre, que eres polvo y en el
te has de volver (Ibid. p. 166). Otra
cosa os conviene mucho saber, que un hombre, cuanto quiere que sea pobre,
tuerto, ciego, ora sea indio, ora negro, se aventaja al sol, luna, y estrellas
... Si tú tienes un muchacho, o un negro que has comprado, cual es mejor ¿tú o
tu negro? Claro es que tú. Porque ellos no hacen más de obedecer tu mandato. De
la misma manera el sol, luna, y estrellas, son nuestros sirvientes.
Indio: ¿Y esto por qué?
Avila: Porque el sol, luna, y estrellas, son
sirvientes, y como criados del hombre; esos los crió la providencia de Dios,
para que alumbrasen al hombre de día y de noche, porque con su luz vemos para
andar, y trabajar ... (Ibid. p. 105)
... Dios siendo criador de todo cuanto hay, el así mismo lo conserva, y
sustenta, para que no perezca: y todo esto hace por nosotros solamente ...
porque por el hombre solo crió el sol, la luna, las estrellas, y los cielos, la
tierra, y cuanto hay en ella. Porque Dios para sí, ni lo quiere, ni lo a
menester. Y de aquí es, que el hombre es señor de todo eso (Ibid. p. 358).
Pues
siendo esto así, cuanto debemos ponderar, temer, y estimar el poder de este
señor.
Indio: ... ¡Oh padre!, que nosotros no vemos, que
Dios nos dé el sustento: porque nosotros aramos, y quebramos los terrones,
regamos, y sembramos, y de aquí procede nuestra comida, y nosotros apacentamos
nuestro ganado, y le curamos la roña, y de aquí es la carne, que comemos, y la
lana de que vestimos, y si no hiciéramos esto, no pudiéramos vivir.
Avila: Si hijo mío, bien dices, que tú siembras, tú
crías el ganado, hilas la lana, y tejes la ropa, es pura verdad. Pero ¿a esa
tierra quién le da virtud para que haga crecer y brotar lo sembrado, (Ibid. p. 290) y para madurarlo? ¿Quién
envía cada año el invierno, y aguas, quién hace crecer la hierba en el campo?
¿Quién da vida al carnero? ¿Quién da fuerza a un grano de maíz, para que pudra,
y brote, y heche tantas hojas, y el choclo? ¿Esto haces tú y aunque lloraras lo
hicieras? De ninguna manera.
Pues mira,
que Dios es el autor de todo y de su mano procede, y a ti te da fuerza para que
obres eso que dices (Ibid. p. 291).
... ¿Pues
todo esto para quién es? ¿O para qué? Para sólo el hombre: para nosotros.
Siendo
esto así, evidente es que nos aventajemos a todos esos.
Todos los
cuadrúpedos ... y los volátiles, aunque oyen, ven, andan, y duermen, no
discurren, fáltales el entendimiento, y
aunque son vivientes, y se mueven, y nos cargan nuestras cargas, no
tienen aquel conocimiento que el hombre, y aunque tienen ánima, es tal que en
muriendo el cuerpo, ella también muere (Ibid.
p. 105).
Indio: Padre mío, como dices, que ... las almas de
los hombres no mueren: no decimos en el catecismo: las ánimas de los hombres,
no mueren con los cuerpos, como las de las bestias, mas son inmortales, y nunca
se acaban. Y aun nuestros antepasados, los indios viejos, así nos lo enseñaron,
y aun dicen que en muriendo alguno por cinco días, se está el alma en casa. Y
por esta razón le suelen de noche quemar maíz, y coca; para que coma, y hacer
otras ceremonias. Siendo esto así como vos padre, decís ¿que el que peca mata
su alma?
Avila: Entiéndeme bien hijo, que yo te declararé
eso. Verdad apurada es, que de ninguna manera mueren las ánimas de los hombres;
porque en muriendo el hombre, el cuerpo sólo muere desamparado del alma ...
Pero en llegando a pecar mortalmente, se hace enemiga de Dios, y le es
aborrecible: y esto es igual a la muerte (Ibid.
p. 311). ... Y el ir al infierno como es tan grave pena, tiene nombre de muerte,
y aún es peor que la muerte; porque nunca se ha de acabar: por esto pues la
llamamos muerte del alma.
Y lo que
dicen vuestros mayores de que las almas de los que mueren están aquí por cinco
días, y les dan de comer, y lo demás es cosa de burla, y de reír; porque al
punto, que uno muere, si era enemigo de Dios, cuando murió va derecho al
infierno con los demonios, y si muere en gracia de Dios, y amigo suyo, habiendo
hecha cumplida penitencia de sus pecados, va a la gloria a la presencia de Dios
a ser grande ... Veis aquí como os he enseñado que la ánima es inmortal, y que
la tradición de vuestros mayores es mentira, y como aunque sea inmortal, en
perdiendo la gracia, y ser amiga de Dios, decimos, que ha muerto. Y también
sabéis como hay dos muertes, una del cuerpo, y
otra del alma (Ibid. p. 312).
Indio: ... Sin duda que este padre nos tiene por
bobos, pues que nos quiere hacer entender que
los cuerpos de los que murieron han de resucitar, habiéndose la carne y
nervios de ellos convertido en tierra y los huesos despedazados y habiendo
comido los animales, y aves, y peces en la mar y ríos muchos cuerpos de estos.
¿Estos pues cómo se podrán juntar, ni conocerse, cuando no se hubieran
consumido? Esto padre mío por amor de vos solamente digo que lo creo, más la verdad
es que en mi interior me río de ello (Ibid.
p. 22).
Avila: ... si eso dijerais de veras, sería
grandísimo pecado mortal, y herejía, y si murieseis sin confesarlo, y
arrepentiros de ello, os condenaríais para siempre (Ibid. p. 23).
Porque la
resurrección no es para vivir en esta vida, sino para ir en cuerpo y alma al
cielo, o al infierno, según cada uno vivió.
Indio: ... padre ¿para qué han de ir en ánima, y
cuerpo, no bastara que fuese la alma sola?
Avila: No, porque es justo que pues cuando uno peca,
es con alma y cuerpo; y cuando obra bien de la misma suerte: también tengan
cuerpo y alma la gloria, o la pena, según vivieron (Ibid. p. 22).
Para
entender esto bien, conviene, que primero sepáis, que comparada la alma con el
cuerpo ella se aventaja sobremanera. Porque nuestro cuerpo es un poco hecho de
barro, y que al fin se ha de convertir en barro. Pero nuestra alma no es así.
Indio: Pues ¿qué es?
Avila: Es intelectual, y discurre, y no tiene
cuerpo, ... es inmortal, y que la crió Dios de nada, para que diese vida al
cuerpo, y para vivir, y morar en el cielo (Ibid.
p. 51).
Veamos
pues, y declaremos esto bien. Sabed pues, que nosotros somos formados, y hechos
de dos cosas, la una es este nuestro cuerpo, nuestra carne, nuestros huesos,
eso que ahora vemos. La otra cosa, es nuestra ánima, esa no la vemos, ni
tampoco se puede ver; bien es verdad, que mediante ella vivimos, nos movemos,
andamos y los ojos ven, y oímos, y todo cuanto obramos es mediante el alma. ...
Pero tiene voluntad, y memoria, y entendimiento estas son sus tres potencias (Ibid. p. 266).
Y luego el
hombre, y la mujer por haberle dado Dios (como a los ángeles) entendimiento, y
capacidad para ello, ... son los que oyen, saben, discurren, entienden, y
tienen memoria (como Dios). Todo lo demás no es así (Ibid. p. 105).
Pues de
aquí ¿qué hemos de sacar? Esto: Ser agradecidos a quien nos hace bien. ¿Pues
quién es el que nos ha hecho, y hace, y nos está ahora haciendo? ¿Sabéis quién? Dios.
Indio: Pues ¿qué bien nos hace Dios? Porque ni lo
vemos, ni nos habla, ni lo conocemos.
Avila: ¡Oh hijo mío!, como verdaderamente dices la
verdad. Si tú fueras cristiano de veras, supieras ¿qué bien te hace Dios? y que
le ves y que te habla; y lo conocieras.
Avila: Esta es hijos míos, vuestra desventura, que
al cabo de tantos años no acabáis de conocer a Dios. Rezas, dices el catecismo,
y no hacéis concepto de lo que habláis (Ibid.
Tom. II, p. 127).
2. Otras
temáticas
En las
consideraciones de Avila sobre idolatrías, Dios, mundo y hombre que se han
presentado en el acápite anterior, se ha procurado eludir materias que estén
referidas, en forma específica, a cuestiones propias a la enseñanza religiosa
cristiana: Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo; la Iglesia, el clero, la
veneración al sacerdote que imparte la doctrina, las oraciones: padre nuestro y
credo, etc. El misterio de la Santísima Trinidad y los sacramentos: matrimonio
y bautismo, etc. Las virtudes teologales. Los apóstoles, los profetas y
mártires. El demonio, el infierno, el limbo y la gloria; el juicio final y la
resurrección. Los pecados y el afán de riqueza.
Todas
estas cuestiones se abordan desde un profundo conocimiento de la manera de
pensar y sentir de los indígenas, constituyéndose el Tratado de los Evangelios en una maravillosa fuente de estudio
teológico, filosófico, ideológico, histórico, antropológico, etnológico,
lingüístico y filológico, que se espera aprovechar en próximos trabajos de
investigación en torno a la problemática indígena.
Pese a
todo el esfuerzo de catequización llevado a cabo en la praxis de la evangelización y a la magna obra escrita para uso de
otros catequizadores, Avila no logró cumplir con su propósito fundamental:
extirpar la idolatría del mundo andino ya que ésta subsiste hasta nuestros días
encubierta en una forma peculiar de sincretismo religioso que se expresa en
formas mágico-fantásticas, como brujería y curanderismo que representarían, en
última instancia, una especial resistencia ideológica de la cultura
prehispánica a la cultura occidental.
Conclusiones
El estudio
del Tratado de los Evangelios de
Francisco de Avila permite certificar que, en el siglo XVII, la evangelización
en el Perú tropezaba con serios inconvenientes debido a la tenaz resistencia de
los indígenas que seguían en la práctica, escondida y oculta, de su religión
ancestral.
Los
extirpadores de idolatrías procuran un nuevo esfuerzo pedagógico para lo cual
les fue necesario conocer y penetrar el mundo religioso indígena. Resultan así
los mejores cronistas informantes sobre la religión en el Tahuantinsuyo.
Avila,
como cronista, volcó todo su talento y experiencia de extirpador en una obra
monumental tanto por su extensión como por lo comprendido en ella (2 volúmenes: el I con 564 páginas y el II
con 134).
Cada uno
de los sermones del Tratado es digno
de profundo estudio, no sólo por su contenido, sino por su estructura formal.
Sistematiza y perfecciona en ellos el método de los catecismos de la época
mediante la introducción de un diálogo con el catequizado, a quien se le
permite expresar sus oposiciones a la cuestión tratada.
Esto es lo
más valioso en la obra de Avila, pues esas oposiciones revelan las creencias
prehispánicas que se mantenían en vigencia, y es así posible decodificar el
discurso evangelizador y reconstruir la mentalidad religiosa indígena y sus
conceptualizaciones en el siglo XVII.
Desde una
perspectiva lógica el método de enseñanza es original. Procede enseñando una temática del evangelio,
luego acepta como reales y ciertas las creencias y reflexiones de los
indígenas, para concluir negándolas con argumentos que se fundamentan en la
teología y filosofía cristiana, pero que sabe adecuar a la experiencia de vida
y a la especial idiosincrasia del indígena.
Se ha
logrado sintetizar las temáticas y problemáticas abordadas por Avila siguiendo
su metodología, es decir, utilizando el diálogo referido a la idolatría, y a
las conceptualizaciones sobre Dios, mundo, y hombre, de ambas culturas, con la
intención de hacer posible una lectura dialéctica contemporánea,
ágil, pero sin descuidar la decodificación del discurso evangelizador del más
famoso extirpador en el Perú.
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[1]
Avila, Francisco de. Tratado de los Evangelios, por sermones en
lengua castellana e índica. Lima, 1646-1648, Tom. I. 564 p. y Tom. II. 134 p.
[2] Calancha, Fray Antonio de la. Coronica moralizada del orden de San Agvstín en el Perv, con svsesos
egenplares en esta Monarqvia. Barcelona, Ed. Pedro Lacavallería, 1639, cap.
VI p. 345.
[3] “Y primeramente, en nada hay que poner más empeño ni trabajar
más asiduamente, que en desarraigar de los ya cristianos o de los que van a
serlo todo amor y sentimiento a la idolatría. Porque éste es el mayor de todos los
males, siendo ... principio y fin de toda maldad, que de todas las maneras hace
la guerra a la verdadera religión ... no hay amor tan insano que así embauque
al torpe amador con su ocasión, como deja la idolatría cautivo el ánimo en la
afición al ídolo. Por lo cual da frecuentemente la Escritura a la idolatría
nombre de fornicación y amor de meretrices ... Pues con cuánta razón
recomiendan esto las Sagradas Letras, lo muestran bien en sí nuestros bárbaros.
No me ocurren palabras bastantes para dar a entender cómo están los ánimos de
estos desgraciados, más que imbuídos, transformados totalmente en el
sentimiento idolátrico; que ni en paz ni en guerra, en el descanso ni en el
trabajo, en la vida pública ni en la privada, nada son capaces de hacer sin que
preceda antes el culto supersticioso a sus ídolos. No se regocijan en sus
bodas, ni lloran en sus entierros, ni dan o reciben banquete, ni salen de casa,
ni comienzan el trabajo sin que acompañe el sacrificio gentil. Tan oprimidos
los tiene el demonio con miserable esclavitud. Y con cuánto artificio ocultan
sus idolatrías y las disimulan, cuando no se las dejan hacer en público, y con
cuánta impudencia pierden el seso en ellas, cuando creen que no se lo
impedirán, es cosa que más puedo admirarla que declararla con palabras ...
Vuelvo a los indios ... se
indignan algunos contra nuestros bárbaros, de los cuales más bien deberían
compadecerse, por aquello de que es vano el sentido del hombre cuando no está
imbuido de la ciencia de Dios. Más bien habría que pensar que es hereditaria la
dolencia de la impiedad que contraída en el mismo seno de la madre, y criada al
mamar su misma leche, robustecida con el ejemplo paterno y familiar, y
fortalecida con la costumbre dilatada y la autoridad de las leyes públicas,
tiene tal vigor que no la podrá sanar sino el riego muy abundante de la divina
gracia, y el trabajo infatigable del doctor evangélico. ¿Por qué, pues,
acusamos la tardanza de los indios en dejar la idolatría, debiendo más bien
indignarnos contra nuestra desidia que clamando poco y fríamente contra la
superstición de las guacas y homos, cantamos en seguida victoria, estando aún
todo por hacer? Aquí, pues, conviene que asiente el pie el catequista, y para
arrancar las últimas raíces de la idolatría del ánimo de los indios, ponga todo
su pensamiento, su industria y su trabajo. Porque todos los géneros de ella ...
reinan con gran fuerza entre los bárbaros. El mayor honor lo tributan al sol, y
después de él, al trueno; al sol llaman Punchao, y al trueno, Yllapu; a la
Quilla, que es la luna, y a Cuillor, que son los astros; a la tierra, a que
llaman Pachamama, y al mar, Mamacocha ... Además, a sus reyes, hombres de fama
ilustre, les atribuyen la divinidad y los adoran, y sus cuerpos, conservados
con arte maravilloso enteros y como vivos, hasta ahora los tienen; así al
primero de ellos Mangocapa, y Viracocha, Ynga Yupangui y Guainacapa y a sus
demás progenitores en ciertas fiestas establecidas los veneraban
religiosísimamente y les ofrecían sacrificios cuando les era permitido; tanto,
que podrían competir en ingenio con los griegos para conservar la memoria de
los mayores. Pues lo que toca a la superstición de los egipcios está tan en
vigor entre los indios, que no se pueden contar los géneros de sacrilegios y guacas:
montes, cuestas, rocas prominentes, aguas manantiales útiles, ríos que corren
precipitados, cumbres altas de las peñas, montones grandes de arena, abertura
de un hoyo tenebroso, un árbol gigantesco y añoso, una vena de metal, la forma
rara y elegante de cualquier piedrecita; finalmente, por decirlo de una vez,
cuanto observan que se aventaja mucho sobre sus cosas congéneres, luego al
punto lo toman por divino y sin tardanza lo adoran. De esta peste perniciosa de
la idolatría están llenos los montes, llenos los valles, los pueblos, las
casas, los caminos, y no hay porción de tierra en el Perú que esté libre de
esta superstición. Pues las víctimas, las libaciones, el orden de las
ceremonias con que seguían todos estos cultos los principales de los Ingas,
sería infinito contarlo”. Acosta, José de. De
procuranda indorum salute (Predicación del Evangelio en las Indias).
Introducción, traducción y notas por Francisco Mateos S.J. Madrid, Colección
España Misionera, 1952, pp. 457-461.
[4] Polo de Ondegardo, Juan. Informaciones
acerca de la religión y gobierno de los incas. Notas biográficas y
concordancia de los textos por H. Urteaga. Lima, Imprenta y Librería Sanmarti y
Ca., 1916-1917, Tom. III, p. 6.
[5] Acosta, José de. Historia
natural y moral de las Indias. En Obras
del P. José de
Acosta. Madrid, Ed. Atlas, 1954, pp. 144, 200 y 142. (Biblioteca de Autores
Españoles Nº 73).
[6] Cobo Bernabé. Historia
del Nuevo Mundo. En Obras del P.
Bernabé Cobo. Madrid, Ed. Atlas, 1964, p. 155. (Biblioteca de Autores
Españoles Nº 92).
[7] Acosta, Antonio. “Estudio
biográfico sobre Francisco de Avila”. En Taylor Gerald. Ritos y tradiciones de Huarochiri del siglo XVII. Lima, Instituto
de Estudios Peruanos, 1987, p. 584.
[8] Loc.
cit.
[9] Avila. Ob. cit.
“Domingo segundo después de pascua”. Tom. I, pp. 474-481.
[10] Ob.
cit. Tom. I, p. 475. El
diálogo entre Avila y el indio ha sido trasladado al castellano actual;
señalamos entre paréntesis el tomo y la página correspondiente al texto del Tratado de los Evangelios.
[11] Avila va a explicar la conquista del Perú, con bastante
precisión, hasta el momento del encuentro, en Cajamarca, de Pizarro con
Atahualpa, el hermano de Huáscar Inca que estaba en el Cuzco.
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